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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 122

EL NACIMIENTO Y LA INFANCIA DE JESÚS

 

4. EL SUEÑO DE JOSÉ

1347:3  122:4.1 José no aceptó la idea de que María iba a ser la madre de un hijo extraordinario hasta después de haber experimentado un sueño bastante impresionante. En este sueño, se le apareció un brillante mensajero celestial que le dijo, entre otras cosas: "José, aparezco ante ti por orden de Aquel que ahora reina en las alturas; he recibido el mandato de informarte acerca del hijo que María va a tener, y que llegará a ser una gran luz en el mundo. En él estará la vida, y su vida se convertirá en la luz de la humanidad. Vendrá primero hacia su propio pueblo, pero ellos casi no lo recibirán; pero a todos los que lo reciban, les revelará que son hijos de Dios." Después de esta experiencia, José no volvió a dudar nunca más de la historia de María sobre la visita de Gabriel, ni de la promesa de que el niño por nacer sería un mensajero divino para el mundo.

1347:4  122:4.2 En todas estas visitas no se había dicho nada sobre la casa de David. Nunca se había insinuado nada de que Jesús fuera a convertirse en el "liberador de los judíos", ni tampoco que debiera ser el tan esperado Mesías. Jesús no era el tipo de Mesías que los judíos esperaban, pero sí era el libertador del mundo. Su misión era para todas las razas y para todos los pueblos, no para un grupo en particular.
1347:5  122:4.3 José no descendía del linaje del rey David. María tenía más antepasados que José en la rama de David. Es verdad que José fue a Belén, la ciudad de David, para registrarse en el censo romano, pero esto se debió al hecho de que, seis generaciones antes, el antepasado paterno de José de aquella generación, como era huérfano, había sido adoptado por un tal Zadoc, que era descendiente directo de David; por eso José también contaba como perteneciente a la "casa de David".
1347:6  122:4.4 La mayoría de las llamadas profecías mesiánicas del Antiguo Testamento, fueron redactadas para acomodarlas a Jesús mucho tiempo después de su vida en la tierra. Durante siglos, los profetas hebreos habían proclamado la venida de un libertador, y estas promesas habían sido interpretadas por las generaciones sucesivas como que se referían a un nuevo gobernante judío que se sentaría en el trono de David, y que mediante los célebres métodos milagrosos de Moisés, establecería a los judíos en Palestina como una nación poderosa, libre de toda dominación extranjera. Además, muchos pasajes metafóricos que se encontraban por todas partes en las escrituras hebreas fueron, con posterioridad, aplicados erróneamente a la misión de la vida de Jesús. Muchos textos del Antiguo Testamento fueron tergiversados para que parecieran cuadrar con algunos episodios de la vida terrestre del Maestro. Jesús mismo negó una vez, públicamente, toda conexión con la casa real de David. Incluso el pasaje "una joven dará a luz un hijo", se cambió en "una virgen dará a luz un hijo". Lo mismo sucedió con las numerosas genealogías de José y María que se compusieron después de la carrera de Miguel en la tierra. Muchos de estos linajes contienen bastantes antepasados del Maestro, pero en general no son auténticos y no se puede confiar en su exactitud. Con demasiada frecuencia, los primeros discípulos de Jesús sucumbieron a la tentación de presentar todas las antiguas declaraciones proféticas como encontrando su cumplimiento en la vida de su Señor y Maestro.

 

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