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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 122

EL NACIMIENTO Y LA INFANCIA DE JESÚS

 

8. EL NACIMIENTO DE JESÚS

1351:5  122:8.1 María estuvo inquieta durante toda la noche, de manera que ninguno de los dos durmió mucho. Al amanecer, los dolores del parto empezaron claramente, y a mediodía, el 21 de agosto del año 7 a. de J.C., con la ayuda y la asistencia generosa de unas viajeras como ella, María dio a luz un niño varón. Jesús de Nazaret había nacido en el mundo. Se le envolvió en las ropas que María había traído por precaución, y se le acostó en un pesebre cercano.
1351:6  122:8.2 El niño de la promesa había nacido exactamente de la misma manera que todos los niños que antes y después de ese día han llegado al mundo. Al octavo día, según la costumbre judía, fue circuncidado y se le llamó oficialmente Josué (Jesús).
1351:7  122:8.3 Al día siguiente del nacimiento de Jesús, José fue a empadronarse. Se encontró con un hombre con quien habían conversado dos noches antes en Jericó, y éste lo llevó a ver a un amigo rico que ocupaba una habitación en la posada, el cual dijo que con mucho gusto intercambiaría su alojamiento con el de la pareja de Nazaret. Aquella misma tarde se trasladaron a la posada, donde permanecieron cerca de tres semanas, hasta que encontraron alojamiento en la casa de un pariente lejano de José.
1351:8  122:8.4 Al segundo día del nacimiento de Jesús, María envió un mensaje a Isabel indicándole que su hijo había nacido, y ésta le respondió invitando a José a que subiera a Jerusalén para hablar con Zacarías de todos sus asuntos. A la semana siguiente, José fue a Jerusalén para conversar con Zacarías. Tanto Zacarías como Isabel habían llegado al sincero convencimiento de que Jesús estaba destinado a ser en verdad el libertador de los judíos, el Mesías, y que su hijo Juan sería el jefe de sus ayudantes, el brazo derecho de su destino. Como María compartía las mismas ideas, no fue difícil convencer a José para que se quedaran en Belén, la Ciudad de David, con objeto de que cuando Jesús creciera, pudiera ocupar el trono de todo Israel como sucesor de David. Por consiguiente, permanecieron más de un año en Belén, y José efectuó mientras tanto algunos trabajos en su oficio de carpintero.

1352:1  122:8.5 Aquel mediodía en que nació Jesús, los serafines de Urantia, reunidos bajo las órdenes de sus directores, cantaron efectivamente himnos de gloria por encima del pesebre de Belén, pero estas expresiones de alabanza no fueron escuchadas por los oídos humanos. Ningún pastor u otra criatura mortal vino a rendir homenaje al niño de Belén, hasta el día en que llegaron ciertos sacerdotes de Ur, que habían sido enviados por Zacarías desde Jerusalén.
1352:2  122:8.6 Hacía algún tiempo, a estos sacerdotes de Mesopotamia les había revelado un extraño educador religioso de su país, que había tenido un sueño en el cual se le informaba que la "luz de la vida" estaba a punto de aparecer en la tierra, como un niño, y entre los judíos. Y hacia allí se dirigieron estos tres sacerdotes en busca de esta "luz de la vida". Después de muchas semanas de búsqueda infructuosa en Jerusalén, estaban a punto de regresar a Ur cuando Zacarías se encontró con ellos, y les reveló su creencia de que Jesús era el objeto de su búsqueda; los envió a Belén, donde encontraron al niño y dejaron sus regalos a María, su madre terrestre. El niño tenía casi tres semanas en el momento de su visita.
1352:3  122:8.7 Estos hombres sabios no vieron ninguna estrella que los guiara hasta Belén. La hermosa leyenda de la estrella de Belén se originó de la siguiente manera: Jesús había nacido el 21 de agosto a mediodía del año 7 a. de J.C. El 29 de mayo del mismo año 7 tuvo lugar una extraordinaria conjunción de Júpiter y de Saturno en la constelación de Piscis. Es un hecho astronómico notable que se produjeran conjunciones similares el 29 de septiembre y el 5 de diciembre del mismo año. Basándose en estos acontecimientos extraordinarios, pero totalmente naturales, los seguidores bien intencionados de las generaciones siguientes construyeron la atractiva leyenda de la estrella de Belén, que conducía a los Magos adoradores hasta el pesebre, donde contemplaron y adoraron al niño recién nacido. Las mentes de Oriente y del próximo Oriente se deleitan con los cuentos de hadas y tejen contínuamente hermosos mitos como éste alrededor de la vida de sus dirigentes religiosos y de sus héroes políticos. En ausencia de imprenta, cuando la mayoría del conocimiento humano se trasmitía oralmente de una generación a la siguiente, era muy fácil que los mitos se transformaran en tradiciones, y que las tradiciones fueran aceptadas finalmente como hechos.

 

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