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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 135

JUAN EL BAUTISTA

 

5. EL REINO DE DIOS

1500:1  135:5.1 Para comprender el mensaje de Juan, hay que tener en cuenta el estado del pueblo judío en el momento en que apareció en escena. Durante cerca de cien años, todo Israel se había encontrado en un laberinto; no acertaban a explicar su contínuo sometimiento a los soberanos gentiles. ¿No había enseñado Moisés que la rectitud siempre era recompensada con la prosperidad y el poder? ¿Acaso no eran el pueblo elegido de Dios? ¿Por qué el trono de David estaba abandonado y vacante? A la luz de las doctrinas mosaicas y de los preceptos de los profetas, a los judíos les resultaba difícil explicar su prolongada aflicción nacional.
1500:2  135:5.2 Unos cien años antes de los tiempos de Jesús y de Juan, una nueva escuela de educadores religiosos había surgido en Palestina, la de los apocalípticos. Estos nuevos instructores desarrollaron un sistema de creencia que explicaba los sufrimientos y la humillación de los judíos sobre la base de que estaban pagando las consecuencias de los pecados de la nación. Recurrían a las razones bien conocidas destinadas a explicar la cautividad en Babilonia y en otros lugares en tiempos pasados. Pero, según enseñaban los apocalípticos, Israel debía recobrar el ánimo; los días de su aflicción casi habían terminado; el castigo disciplinario del pueblo elegido de Dios estaba llegando a su fin; la paciencia de Dios con los extranjeros gentiles se estaba agotando. El final del poder de Roma era sinónimo del final de la era y, en cierto sentido, del fin del mundo. Estos nuevos educadores se apoyaban ampliamente en las predicciones de Daniel, y en consecuencia enseñaban que la creación estaba a punto de entrar en su etapa final; los reinos de este mundo estaban a punto de convertirse en el reino de Dios. Para la mente de los judíos de aquella época, éste era el significado de la expresión "el reino de los cielos" que figura en todas las enseñanzas de Juan y de Jesús. Para los judíos de Palestina, la frase "el reino de los cielos" sólo tenía un significado: un estado absolutamente justo en el que Dios (el Mesías) gobernaría las naciones de la tierra con la misma perfección de poder con que gobernaba en el cielo —"Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo".
1500:3  135:5.3 En los tiempos de Juan, todos los judíos se preguntaban con ansiedad: "¿Cuánto tardará en llegar el reino?" Existía el sentimiento general de que el poder de las naciones gentiles se acercaba a su fin. En todo el mundo judío estaba presente la viva esperanza y la expectación ansiosa de que la consumación del deseo de todos los siglos se produciría durante la vida de aquella generación.
1500:4  135:5.4 Aunque había grandes diferencias de opinión entre los judíos sobre la naturaleza del reino venidero, todos compartían la creencia de que el acontecimiento era inminente, de que estaba próximo, e incluso a punto de suceder. Muchos de los que leían el Antiguo Testamento de manera literal esperaban con expectación a un nuevo rey en Palestina, a una nación judía regenerada, liberada de sus enemigos y gobernada por el sucesor del rey David, el Mesías, que sería rápidamente reconocido como el soberano justo y legítimo del mundo entero. Otro grupo de judíos piadosos, más pequeño, tenía una visión muy distinta de este reino de Dios. Enseñaban que el reino venidero no era de este mundo, que el mundo se acercaba a su fin evidente, y que "un nuevo cielo y una nueva tierra" anunciarían el establecimiento del reino de Dios; que este reino sería un dominio perpétuo, que se pondría fin al pecado y que los ciudadanos del nuevo reino se volverían inmortales disfrutando de esta felicidad sin fin.
1500:5  135:5.5 Todos estaban de acuerdo en que una purga drástica o una corrección purificadora tenía que preceder necesariamente al establecimiento del nuevo reino en la tierra. Los que se adherían al sentido literal enseñaban que seguiría una guerra mundial que destruiría a todos los incrédulos, mientras que los fieles conseguirían una victoria universal y eterna. Los espiritualistas enseñaban que el reino empezaría con el gran juicio de Dios, que relegaría a los inícuos a su juicio de castigo bien merecido y a su destrucción final, y al mismo tiempo elevaría a los santos creyentes del pueblo elegido a los tronos de honor y de autoridad junto al Hijo del Hombre, el cual reinaría en nombre de Dios sobre las naciones redimidas. Este último grupo creía incluso que muchos gentiles piadosos podrían ser admitidos en la hermandad del nuevo reino.
1501:1  135:5.6 Algunos judíos mantenían la opinión de que Dios quizás podría establecer este nuevo reino mediante una intervención directa y divina, pero la gran mayoría creía que interpondría a un intermediario que lo representara, el Mesías. Y éste era el único significado posible que la palabra Mesías podía tener en la mente de los judíos de la generación de Juan y de Jesús. Mesías no podía referirse de ninguna manera a alguien que se limitara a enseñar la voluntad de Dios o a proclamar la necesidad de una vida de rectitud. A todas las personas santas de este tipo, los judíos les daban el nombre de profetas. El Mesías debía ser más que un profeta; el Mesías debía traer el establecimiento del nuevo reino, el reino de Dios. Nadie que dejara de hacer esto podía ser el Mesías en el sentido tradicional judío.
1501:2  135:5.7 ¿Quién sería este Mesías? De nuevo, los educadores judíos tenían opiniones diferentes. Los más viejos se aferraban a la doctrina del hijo de David. Los más jóvenes enseñaban que, puesto que el nuevo reino era un reino celestial, el nuevo soberano podría ser también una personalidad divina, alguien que hubiera estado sentado mucho tiempo a la diestra de Dios en el cielo. Por muy extraño que parezca, los que concebían así al soberano del nuevo reino no lo imaginaban como un Mesías humano, no como un simple hombre, sino como "el Hijo del Hombre" —un Hijo de Dios— un Príncipe celestial, que había estado mucho tiempo esperando asumir así la soberanía de la tierra renovada. Éste era el trasfondo religioso del mundo judío cuando Juan salió a proclamar: "¡Arrepentíos, porque el reino de los cielos está cerca!"
1501:3  135:5.8 Está claro pues que el anuncio que Juan hacía del reino venidero tenía no menos de media docena de significados diferentes en la mente de los que escuchaban su predicación apasionada. Pero cualquiera que fuera el significado que atribuían a las palabras empleadas por Juan, cada uno de estos diversos grupos que esperaban el reino de los judíos estaba intrigado por las proclamaciones de este predicador de la rectitud y del arrepentimiento, sincero, entusiasta y tosco, pero eficaz, que exhortaba tan solemnemente a sus oyentes a "huir de la ira venidera".

 

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