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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 136

EL BAUTISMO Y Los CUARENTA DÍAS

 

6. LA SEGUNDA DECISIÓN

1517:3  136:6.1 Habiendo fijado su política respecto a todas las personalidades de todas las clases de inteligencias por él creadas, en la medida en que esto podía determinarse a la vista del potencial inherente a su nuevo estado de divinidad, Jesús orientó luego sus pensamientos sobre sí mismo. Ahora que era plenamente consciente de ser el creador de todas las cosas y de todos los seres existentes en este universo, ¿qué iba a hacer con estas prerrogativas de creador en las situaciones recurrentes de la vida que tendría que afrontar en cuanto regresara a Galilea para reanudar su trabajo entre los hombres?. De hecho, allí mismo donde se encontraba, en estas colinas solitarias, ya se le había presentado poderosamente este problema mediante la necesidad de conseguir comida. Al tercer día de sus meditaciones solitarias, su cuerpo humano sintió hambre. ¿Debía ir en busca de alimento como cualquier hombre común, o debía ejercer simplemente sus poderes creadores normales, y producir un alimento corporal apropiado y al alcance de la mano?. Esta gran decisión del Maestro os ha sido descrita como una tentación —como un reto de unos supuestos enemigos para que "mande que estas piedras se conviertan en panes".
1518:1  136:6.2 Jesús estableció pues una nueva política coherente para el resto de su obra terrenal. En lo que se refería a sus necesidades personales, e incluso en general en sus relaciones con otras personalidades, eligió deliberadamente en ese momento seguir el camino de la existencia terrestre normal; se pronunció firmemente contra una línea de conducta que trascendiera, violara o ultrajara las leyes naturales establecidas por él. Pero tal como ya le había advertido su Ajustador Personalizado, no podía asegurar que en ciertas circunstancias concebibles, estas leyes naturales no pudieran resultar considerablemente aceleradas. En principio, Jesús decidió que la obra de su vida sería organizada y continuada conforme a las leyes de la naturaleza y en armonía con la organización social existente. El Maestro eligió así un programa de vida que equivalía a la decisión de estar en contra de los milagros y de los prodigios. Una vez más se pronunció a favor de "la voluntad del Padre"; una vez más puso todas las cosas entre las manos de su Padre del Paraíso.
1518:2  136:6.3 La naturaleza humana de Jesús le dictaba que su primer deber era preservar su vida; es el comportamiento normal del hombre natural en los mundos del tiempo y del espacio, y por consiguiente, la reacción legítima de un mortal de Urantia. Pero las preocupaciones de Jesús no se limitaban sólo a este mundo y a sus criaturas; estaba viviendo una vida destinada a instruir e inspirar a las múltiples criaturas de un vastísimo universo.
1518:3  136:6.4 Antes de la iluminación de su bautismo, había vivido en perfecta sumisión a la voluntad y orientación de su Padre celestial. Tomó la enérgica decisión de continuar viviendo con la misma dependencia implícita y humana de la voluntad del Padre. Se propuso seguir una línea de conducta antinatural —decidió que no trataría de preservar su vida. Escogió continuar su política de negarse a defenderse. Expresó sus conclusiones con las palabras de las Escrituras, familiares para su mente humana: "No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". Al llegar a esta conclusión sobre el apetito de la naturaleza física que se manifiesta como hambre, el Hijo del Hombre efectuó su declaración final sobre todas las demás necesidades de la carne y de los impulsos naturales de la naturaleza humana.
1518:4  136:6.5 Quizás podría utilizar su poder sobrehumano para ayudar a otros, pero nunca para sí mismo. Y se mantuvo fiel a esta línea de conducta hasta el final, cuando dijeron mofándose de él: "Ha salvado a los demás, pero no puede salvarse a sí mismo" —porque no quiso hacerlo.
1518:5  136:6.6 Los judíos esperaban a un Mesías que realizara maravillas aún más grandes que Moisés, de quien se decía que había hecho manar agua de la roca en un lugar árido y que había alimentado con maná a sus antepasados en el desierto. Jesús conocía la clase de Mesías que esperaban sus compatriotas, y disponía de todos los poderes y prerrogativas para estar a la altura de sus más ardientes esperanzas, pero tomó la decisión de ponerse en contra de este magnífico programa de poder y de gloria. Jesús consideraba esta conducta de esperar acciones milagrosas como un retroceso a los antiguos tiempos de la magia ignorante y de las prácticas degeneradas de los curanderos salvajes. Quizás, para la salvación de sus criaturas, consintiera en acelerar la ley natural, pero trascender sus propias leyes, ya sea en su propio beneficio o para deslumbrar a sus semejantes, eso no lo haría. Y esta decisión del Maestro fue definitiva.
1518:6  136:6.7 Jesús se entristecía por su pueblo; comprendía plenamente cómo habían llegado a esperar al Mesías venidero, la época en que "la tierra producirá diez mil veces más frutos, y una vid tendrá mil sarmientos, y cada sarmiento producirá mil racimos, y cada racimo producirá mil uvas, y cada uva producirá un barril de vino". Los judíos creían que el Mesías inauguraría una era de abundancia milagrosa. Los hebreos se habían alimentado durante mucho tiempo de tradiciones de milagros y de leyendas de prodigios.
1519:1  136:6.8 Jesús no era un Mesías que venía para multiplicar el pan y el vino. No venía para abastecer exclusivamente las necesidades temporales; venía para hacer una revelación de su Padre celestial a sus hijos terrestres, mientras intentaba que sus hijos terrestres se unieran a él en un esfuerzo sincero para vivir según la voluntad del Padre que está en los cielos.

1519:2  136:6.9 Con esta decisión, Jesús de Nazaret describía a los espectadores de un universo la locura y el pecado de prostituir los talentos divinos y las aptitudes dadas por Dios para el engrandecimiento personal o para el beneficio y la glorificación puramente egoístas. Éste era el pecado de Lucifer y Caligastia.
1519:3  136:6.10 Esta gran decisión de Jesús ilustra dramáticamente la verdad de que la satisfacción egoísta y la gratificación sensual, solas y por sí mismas, son incapaces de aportar la felicidad a los seres humanos que evolucionan. En la existencia mortal, existen valores más elevados —la maestría intelectual y el perfeccionamiento espiritual— que trascienden con mucho la gratificación necesaria de los apetitos e impulsos puramente físicos del hombre. Los dones naturales del hombre, sus talentos y aptitudes, deberían emplearse principalmente para desarrollar y ennoblecer los poderes superiores de la mente y del espíritu.
1519:4  136:6.11 Jesús reveló así, a las criaturas de su universo, la técnica del camino nuevo y mejor, los valores morales superiores de la vida, y las satisfacciones espirituales más profundas de la existencia humana evolutiva en los mundos del espacio.

 


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