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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 136

EL BAUTISMO Y Los CUARENTA DÍAS

 

8. LA CUARTA DECISIÓN

1520:2  136:8.1 El gran problema siguiente con que tuvo que luchar este hombre-Dios, y que pronto resolvió de acuerdo con la voluntad del Padre celestial, consistía en saber si debía o no emplear algunos de sus poderes sobrehumanos para atraer la atención y ganar la adhesión de sus semejantes. ¿Debía emplear, de alguna manera, sus poderes universales para satisfacer la inclinación de los judíos por lo espectacular y lo maravilloso?. Decidió que no haría nada semejante. Se ratificó en una línea de conducta que eliminaba todas esas prácticas como método para llevar su misión al conocimiento de los hombres. Y vivió constantemente de acuerdo con esta gran decisión. Incluso en los numerosos casos en que permitió manifestaciones de misericordia que comportaron un acortamiento del tiempo, casi invariablemente recomendó a los que recibieron su ministerio curativo que no contaran a nadie los beneficios que habían recibido. Siempre rechazó el desafío sarcástico de sus enemigos cuando le pedían "muéstranos un signo" como prueba y demostración de su divinidad.
1520:3  136:8.2 Jesús preveía muy sabiamente que la realización de milagros y la ejecución de prodigios sólo produciría una lealtad superficial mediante la intimidación de la mente material; tales acciones no revelarían a Dios ni salvarían a los hombres. Se negó a ser simplemente un hacedor de prodigios. Resolvió que se ocuparía de una sola tarea: el establecimiento del reino de los cielos.

1520:4  136:8.3 Durante todo este importante diálogo de Jesús en comunión consigo mismo, el elemento humano que interroga y casi duda estaba presente, porque Jesús era hombre a la vez que Dios. Era evidente que los judíos nunca lo aceptarían como Mesías si no hacía prodigios. Además, si consentía en hacer una sola cosa no natural, la mente humana sabría con certidumbre que era por subordinación a una mente verdaderamente divina. Para la mente divina, ¿sería compatible con "la voluntad del Padre" hacer esta concesión a la naturaleza dubitativa de la mente humana?. Jesús decidió que sería incompatible, y citó la presencia del Ajustador Personalizado como prueba suficiente de la divinidad asociada con la humanidad.

1520:5  136:8.4 Jesús había viajado mucho; se acordaba de Roma, Alejandría y Damasco. Conocía los modos de obrar del mundo —cómo la gente conseguía sus propósitos en la política y en el comercio por medio de compromisos y diplomacia. ¿Utilizaría este conocimiento para hacer avanzar su misión en la tierra?. ¡No!. Se pronunció igualmente contra todo compromiso con la sabiduría del mundo y la influencia de las riquezas para establecer el reino. De nuevo escogió depender exclusivamente de la voluntad del Padre.
1520:6  136:8.5 Jesús se daba perfectamente cuenta de los atajos que se abrían para alguien con sus poderes. Conocía muchas maneras de atraer la atención inmediata de la nación y del mundo entero sobre su persona. Pronto se celebraría la Pascua en Jerusalén; la ciudad estaría llena de visitantes. Podía ascender al pináculo del templo y, ante las multitudes asombradas, caminar por el aire; éste era el tipo de Mesías que la gente esperaba. Pero después los desilusionaría, puesto que no había venido para volver a establecer el trono de David. Y conocía la futilidad del método de Caligastia, consistente en tratar de adelantarse a la manera natural, lenta y segura de llevar a cabo el designio divino. Una vez más, el Hijo del Hombre se inclinó con obediencia ante la vía del Padre, la voluntad del Padre.
1521:1  136:8.6 Jesús escogió establecer el reino de los cielos en el corazón de los hombres por métodos naturales, normales, difíciles y penosos, los mismos procedimientos que sus hijos terrestres tendrán que seguir en el futuro, en sus trabajos para ampliar y expandir este reino celestial. El Hijo del Hombre sabía muy bien que sería "a través de muchas tribulaciones como muchos hijos de todos los tiempos entrarían en el reino". Jesús estaba pasando ahora por la gran prueba de los hombres civilizados, la de tener el poder y negarse firmemente a utilizarlo para fines puramente egoístas o personales.

1521:2  136:8.7 Al estudiar la vida y la experiencia del Hijo del Hombre, deberíais tener siempre presente el hecho de que el Hijo de Dios estaba encarnado en la mente de un ser humano del siglo primero, y no en la mente de un mortal del siglo veinte o de otro siglo. Con esto deseamos transmitiros la idea de que los dones humanos de Jesús habían sido adquiridos por vía natural. Él era el producto de los factores hereditarios y ambientales de su época, unidos a la influencia de su instrucción y de su educación. Su humanidad era auténtica, natural, totalmente derivada y alimentada por los antecedentes de la situación intelectual real y de las condiciones económicas y sociales de esa época y de esa generación. Aunque en la experiencia de este hombre-Dios siempre existía la posibilidad de que la mente divina trascendiera al intelecto humano, sin embargo, siempre que funcionaba su mente humana, lo hacía como lo haría una verdadera mente mortal en las condiciones del entorno humano de aquella época.

1521:3  136:8.8 Jesús ilustró para todos los mundos de su vasto universo el disparate de crear situaciones artificiales con el propósito de mostrar una autoridad arbitraria, o de permitirse un poder excepcional, para realzar los valores morales o acelerar el progreso espiritual. Jesús decidió que, durante su misión en la tierra, no se prestaría a repetir la decepción del reinado de los Macabeos. Se negó a prostituir sus atributos divinos para adquirir una popularidad no merecida o para conseguir prestigio político. No consentiría en transmutar la energía divina y creativa en poder nacional o en prestigio internacional. Jesús de Nazaret se negó a hacer compromisos con el mal, y mucho menos a asociarse con el pecado. El Maestro colocó triunfalmente la fidelidad a la voluntad de su Padre por encima de cualquier otra consideración terrestre y temporal.

 


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