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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 139

Los DOCE APÓSTOLES

 

5. FELIPE EL CURIOSO

1556:1  139:5.1 Felipe fue el quinto apóstol en ser escogido, habiendo sido llamado cuando Jesús y sus cuatro primeros apóstoles se dirigían desde el lugar de reunión de Juan en el Jordán hacia Caná de Galilea. Como vivía en Betsaida, Felipe había oído hablar de Jesús desde hacía algún tiempo, pero no se le había ocurrido que fuera realmente un gran hombre hasta aquel día, en el valle del Jordán, cuando Jesús le dijo: "Sígueme". Felipe también se sintió un poco influido por el hecho de que Andrés, Pedro, Santiago y Juan habían aceptado a Jesús como el Libertador.
1556:2  139:5.2 Felipe tenía veintisiete años cuando se unió a los apóstoles; se había casado hacía poco tiempo, pero no tenía hijos en aquellos momentos. El apodo que los apóstoles le dieron significaba "curiosidad". Felipe siempre quería que le mostraran. Nunca parecía ver muy lejos en un asunto cualquiera. No era necesariamente torpe, pero carecía de imaginación. Esta falta de imaginación era la gran debilidad de su carácter. Era una persona corriente y vulgar.

1556:3  139:5.3 Cuando los apóstoles se organizaron para el servicio, a Felipe lo hicieron administrador; tenía el deber de velar para que no les faltaran las provisiones en ningún momento. Y fue un buen administrador. Su característica más destacada era su minuciosidad metódica; era matemático y sistemático al mismo tiempo.
1556:4  139:5.4 Felipe era el segundo de una familia de siete hermanos, tres niños y cuatro niñas. Después de la resurrección, bautizó a toda su familia para que entrara en el reino. Los miembros de la familia de Felipe eran pescadores. Su padre era un hombre muy capacitado, un profundo pensador, pero su madre procedía de una familia muy mediocre. Felipe no era un hombre de quien se podía esperar que hiciera grandes cosas, pero podía hacer pequeñas cosas a lo grande, hacerlas bien y de manera aceptable. Muy pocas veces, en cuatro años, dejó de tener provisiones al alcance de la mano para satisfacer las necesidades de todos. Incluso las numerosas situaciones de emergencia que surgían a causa de la vida que llevaban, rara vez lo cogieron desprevenido. El departamento de intendencia de la familia apostólica estaba administrado con inteligencia y eficacia.
1556:5  139:5.5 El punto fuerte de Felipe era su formalidad metódica; el punto débil de su modo de ser era su falta casi total de imaginación, la ausencia de aptitud para reunir dos y dos y obtener cuatro. Era matemático en lo abstracto, pero no constructivo en su imaginación. Carecía casi por completo de cierto tipo de imaginación. Era el típico hombre medio y corriente de la calle. Había una gran cantidad de hombres y mujeres de esta clase entre las multitudes que acudían para escuchar las enseñanzas y predicaciones de Jesús, y obtenían un gran consuelo al observar que uno como ellos había sido elevado a una posición de honor en los consejos del Maestro; les animaba el hecho de que alguien como ellos ocupara ya un alto puesto en los asuntos del reino. Y Jesús aprendió mucho sobre cómo funcionan algunas mentes humanas mientras escuchaba con tanta paciencia las preguntas tontas de Felipe, y condescendía tantas veces con la petición de su administrador para que "le mostraran".
1556:6  139:5.6 La cualidad principal que Felipe admiraba contínuamente en Jesús era la generosidad inagotable del Maestro. Felipe nunca pudo encontrar en Jesús algo que fuera pequeño, mezquino o avaro, y veneraba esta dadivosidad permanente e inagotable.
1557:1  139:5.7 La personalidad de Felipe tenía poco de notable. A menudo le llamaban "Felipe de Betsaida, la ciudad donde viven Andrés y Pedro." Estaba casi desprovisto de discernimiento en su visión de las cosas; era incapaz de captar las posibilidades dramáticas de una situación determinada. No era pesimista, sino simplemente prosaico. También carecía en gran medida de perspicacia espiritual. No dudaba en interrumpir a Jesús en medio de uno de sus más profundos discursos para hacer una pregunta aparentemente tonta. Pero Jesús nunca le regañaba por estos atolondramientos; era paciente con él y tomaba en consideración su incapacidad para captar los significados más profundos de la enseñanza. Jesús sabía muy bien que si reprendía una sola vez a Felipe por hacer estas preguntas inoportunas, no solamente heriría a esta alma honrada, sino que tal reprimenda ofendería tanto a Felipe, que nunca más se sentiría libre para hacer preguntas. Jesús sabía que en sus mundos del espacio había miles de millones de mortales de este tipo con lentitud para pensar, y quería animarlos a todos para que acudieran a él y siempre se sintieran libres de someterle sus preguntas y problemas. Después de todo, a Jesús le interesaban realmente más las preguntas tontas de Felipe que el sermón que pudiera estar predicando. Jesús se interesaba de manera suprema por los hombres, por todas las clases de hombres.
1557:2  139:5.8 El administrador apostólico no hablaba bien en público, pero era un trabajador personal muy persuasivo y con éxito. No se desanimaba fácilmente; trabajaba con dedicación y tenacidad en todo lo que emprendía. Poseía el gran don excepcional de saber decir: "Ven". Cuando Natanael, su primer converso, quiso discutir sobre los méritos y deméritos de Jesús y de Nazaret, la respuesta eficaz de Felipe fue: "Ven y ve". No era un predicador dogmático que exhortaba a sus oyentes a que "fueran" —a hacer esto o aquello. Se enfrentaba con todas las situaciones, a medida que surgían en su trabajo, diciendo: "Ven —ven conmigo, te mostraré el camino." Ésta es siempre la técnica más eficaz en todas las formas y fases de la enseñanza. Incluso los padres pueden aprender de Felipe la mejor manera de no decir a sus hijos: "Id a hacer esto e id a hacer aquello", sino más bien: "Venid con nosotros, vamos a mostraros y a compartir con vosotros el mejor camino."
1557:3  139:5.9 La incapacidad de Felipe para adaptarse a una nueva situación quedó bien ilustrada cuando los griegos se dirigieron a él, en Jerusalén, diciéndole: "Señor, deseamos ver a Jesús." A cualquier judío que hubiera hecho esta petición, Felipe le habría dicho: "Ven". Pero aquellos hombres eran extranjeros, y Felipe no recordaba ninguna instrucción de sus superiores sobre este tema; así pues, lo único que se le ocurrió fue consultar con el jefe Andrés, y a continuación los dos acompañaron a los griegos indagadores hasta Jesús. De la misma manera, cuando fue a Samaria para predicar y bautizar a los creyentes, como su Maestro le había encargado, se abstuvo de imponer las manos sobre sus conversos como símbolo de que habían recibido el Espíritu de la Verdad. Esto tuvieron que hacerlo Pedro y Juan, que vinieron poco después de Jerusalén para observar su labor en nombre de la iglesia madre.
1557:4  139:5.10 Felipe pasó por el penoso período de la muerte del Maestro, participó en la reorganización de los doce, y fue el primero que partió para ganar almas para el reino fuera de la comunidad judía inmediata; tuvo bastante éxito en su labor con los samaritanos y en todos sus trabajos posteriores a favor del evangelio.

1557:5  139:5.11 La esposa de Felipe, que era un miembro eficiente del cuerpo evangélico femenino, se unió activamente a su marido en su trabajo evangélico después de huir de las persecuciones de Jerusalén. Su esposa era una mujer audaz. Permaneció al pie de la cruz de Felipe estimulándolo para que proclamara la buena nueva incluso a sus asesinos; cuando se debilitaron las fuerzas de Felipe, ella empezó a contar la historia de la salvación por medio de la fe en Jesús, y sólo pudieron silenciarla cuando los airados judíos se precipitaron sobre ella y la apedrearon hasta morir. Su hija mayor, Lea, continuó la obra de ambos, convirtiéndose más tarde en la famosa profetisa de Hierápolis.

1558:1  139:5.12 Felipe, el antiguo administrador de los doce, fue un hombre poderoso en el reino, que ganó almas por donde quiera que pasó. Finalmente, fue crucificado por su fe y enterrado en Hierápolis.

 

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