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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 141

EL COMIENZO DE LA OBRA PÚBLICA

 

3. LA ESTANCIA EN AMATUS

1589:2  141:3.1 El Maestro y sus apóstoles permanecieron cerca de Amatus casi tres semanas. Los apóstoles continuaron predicando a la multitud dos veces al día, y Jesús predicó todos los sábados por la tarde. Resultó imposible continuar con el recreo de los miércoles; por eso, Andrés decidió que dos apóstoles descansarían cada día durante seis días en la semana, y que todos estarían de servicio durante los oficios del sábado.
1589:3  141:3.2 Pedro, Santiago y Juan hicieron la mayor parte de la predicación pública. Felipe, Natanael, Tomás y Simón hicieron una gran parte del trabajo personal y dirigieron clases para grupos especiales de investigadores; los gemelos continuaron con su supervisión general de vigilancia, mientras que Andrés, Mateo y Judas se organizaron en un comité de administración general de tres miembros, aunque cada uno de ellos también realizó un considerable trabajo religioso.
1589:4  141:3.3 Andrés estaba muy ocupado con la tarea de arreglar los malentendidos y desacuerdos que se repetían contínuamente entre los discípulos de Juan y los discípulos más recientes de Jesús. Cada pocos días se producían situaciones graves, pero Andrés, con la ayuda de sus colegas apostólicos, se las ingeniaba para persuadir a las partes en conflicto para que llegaran a algún tipo de acuerdo, aunque fuera temporal. Jesús rehusó participar en ninguna de estas conferencias; tampoco quiso dar ningún consejo sobre la manera de arreglar adecuadamente estas dificultades. Ni una sola vez ofreció sugerencias a los apóstoles sobre cómo resolver estos confusos problemas. Cuando Andrés se presentaba con estas cuestiones, Jesús siempre le decía: "No es prudente que el anfitrión participe en las querellas familiares de sus huéspedes; un padre sabio nunca toma partido en las desavenencias menores de sus propios hijos."

1589:5  141:3.4 El Maestro mostraba una gran sabiduría y manifestaba una equidad perfecta en todas sus relaciones con sus apóstoles y con todos sus discípulos. Jesús era realmente un maestro de hombres; ejercía una gran influencia sobre sus semejantes a causa de la fuerza y el encanto combinados de su personalidad. Su vida ruda, nómada y sin hogar producía una sutil influencia dominante. Había un atractivo intelectual y un poder persuasivo espiritual en su manera de enseñar llena de autoridad, en su lógica lúcida, en la fuerza de su razonamiento, en su perspicacia sagaz, en su viveza mental, en su serenidad incomparable y en su sublime tolerancia. Era sencillo, varonil, honrado e intrépido. Junto a toda esta influencia física e intelectual que manifestaba la presencia del Maestro, también se encontraban todos los encantos espirituales del ser, que se habían asociado con su personalidad —la paciencia, la ternura, la mansedumbre, la dulzura y la humildad.
1589:6  141:3.5 Jesús de Nazaret era en verdad una personalidad fuerte y enérgica; era una potencia intelectual y una fortaleza espiritual. Su personalidad no atraía solamente, entre sus discípulos, a las mujeres propensas a la espiritualidad, sino también al culto e intelectual Nicodemo y al endurecido soldado romano, el capitán que estaba de guardia en la cruz, que después de ver morir al Maestro, dijo: "En verdad, era un Hijo de Dios." Y los enérgicos y robustos pescadores galileos le llamaban Maestro.
1590:1  141:3.6 Los retratos de Jesús han sido muy desacertados. Esas pinturas de Cristo han ejercido una influencia perjudicial sobre la juventud; los mercaderes del templo difícilmente hubieran huido delante de Jesús, si éste hubiera sido el tipo de hombre que vuestros artistas han representado generalmente. Su masculinidad estaba llena de dignidad; era bueno, pero natural. Jesús no tenía la actitud de un místico apacible, dulce, suave y amable. Su enseñanza era conmovedoramente dinámica. No solamente tenía buenas intenciones, sino que circulaba haciendo realmente el bien
1590:2  141:3.7 El Maestro nunca dijo: "Venid a mí todos los que sois indolentes y todos los soñadores." Pero sí dijo muchas veces: "Venid a mí todos los que os esforzáis, y yo os daré descanso —fuerza espiritual." En verdad, el yugo del Maestro es ligero, pero incluso así, nunca lo impone; cada persona debe coger ese yugo por su propia voluntad.
1590:3  141:3.8 Jesús describió la conquista como fruto del sacrificio, el sacrificio del orgullo y del egoísmo. Al mostrar misericordia, pretendía ilustrar la liberación espiritual de todos los rencores, agravios, ira y ansias de poder y de venganza egoístas. Cuando dijo: "No resistáis al mal", explicó más adelante que no quería decir que excusara el pecado o que aconsejara fraternizar con la iniquidad. Intentaba más bien enseñar a perdonar, a "no resistirse a los malos tratos contra nuestra personalidad, al perjuicio dañino contra nuestros sentimientos de dignidad personal."

 


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