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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 144

EN EL GILBOA Y LA DECÁPOLIS

 

3. LA ORACIÓN DEL CREYENTE

1619:5  144:3.1 Pero los apóstoles aún no estaban satisfechos; deseaban que Jesús les ofreciera una oración modelo que pudieran enseñar a los nuevos discípulos. Después de escuchar este discurso sobre la oración, Santiago Zebedeo dijo: "Muy bien, Maestro, pero esa forma de oración no la deseamos tanto para nosotros como para los nuevos creyentes que nos piden tan a menudo: `Enseñadnos a orar de manera aceptable al Padre que está en los cielos.'"
1619:6  144:3.2 Cuando Santiago terminó de hablar, Jesús dijo: "Si aún continuáis deseando una oración así, os daré a conocer la que enseñé a mis hermanos y hermanas en Nazaret":

1620:1  144:3.3 Padre nuestro que estás en los cielos,
Santificado sea tu nombre.
Que venga tu reino; que se haga tu voluntad
En la tierra al igual que en el cielo.
Danos hoy nuestro pan para mañana;
Vivifica nuestra alma con el agua de la vida.
Y perdónanos nuestras deudas
Como nosotros también hemos perdonado a nuestros deudores.
Sálvanos de la tentación, líbranos del mal,
Y haznos cada vez más perfectos como tú mismo.

1620:11  144:3.4 No es de extrañar que los apóstoles desearan que Jesús les enseñara una oración modelo para los creyentes. Juan el Bautista había enseñado varias oraciones a sus seguidores; todos los grandes instructores habían formulado oraciones para sus alumnos. Los educadores religiosos de los judíos tenían unas veinticinco o treinta oraciones establecidas, que recitaban en las sinagogas e incluso en las esquinas de la calle. Jesús era particularmente contrario a orar en público. Hasta ese momento, los doce sólo lo habían escuchado rezar unas pocas veces. Observaban que pasaba las noches enteras orando o adorando, y tenían mucha curiosidad por conocer el método o la forma de sus súplicas. Se sentían acosados y sin saber qué contestar a las multitudes cuando éstas les pedían que les enseñaran a rezar, como Juan había enseñado a sus discípulos.
1620:12  144:3.5 Jesús enseñó a los doce a orar siempre en secreto; a salir a solas en medio de los tranquilos contornos de la naturaleza, o a entrar en sus habitaciones y cerrar las puertas cuando se pusieran a orar.
1620:13  144:3.6 Después de la muerte de Jesús y de su ascensión hacia el Padre, muchos creyentes adoptaron la costumbre de terminar este llamado Padre nuestro, añadiendo: "En el nombre del Señor Jesucristo." Más tarde aún, dos líneas se perdieron al copiarse esta oración, y se añadió una cláusula adicional que decía: "Porque tuyo es el reino, el poder y la gloria, para siempre."
1620:14  144:3.7 Jesús ofreció esta oración a los apóstoles, de manera colectiva, tal como la rezaban en el hogar de Nazaret. Nunca enseñó una oración personal formalista, sino únicamente súplicas colectivas, familiares o sociales. Y nunca lo hizo por su propia voluntad.
1620:15  144:3.8 Jesús enseñó que la oración eficaz debe ser:

1. Altruista —no solamente para sí mismo.
2. Creyente —conforme a la fe.
3. Sincera —honrada de corazón.
4. Inteligente —conforme a la luz.
5. Confiada —sometida a la voluntad infinitamente sabia del Padre.

1620:21  144:3.9 Cuando Jesús pasaba noches enteras rezando en la montaña, lo hacía principalmente para sus discípulos, y en particular para los doce. El Maestro oraba muy poco para sí mismo, aunque practicaba mucho la adoración, cuya naturaleza era una comunión comprensiva con su Padre del Paraíso.

 


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