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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 145

CUATRO DÍAS MEMORABLES EN CAFARNAUM

 

2. LA TARDE EN LA SINAGOGA

1629:2  145:2.1 El sábado siguiente, en los oficios de la tarde en la sinagoga, Jesús predicó su sermón sobre "La voluntad del Padre que está en los cielos". Por la mañana, Simón Pedro había predicado sobre "El reino". En la reunión del jueves por la noche en la sinagoga, Andrés había enseñado sobre el tema "El nuevo camino". En aquel momento concreto, la gente que creía en Jesús era más numerosa en Cafarnaum que en cualquier otra ciudad de la tierra.
1629:3  145:2.2 Cuando Jesús enseñó en la sinagoga aquel sábado por la tarde, siguiendo la costumbre cogió su primer texto en la ley, y leyó en el Libro del Éxodo: "Servirás al Señor tu Dios, y él bendecirá tu pan y tu agua, y toda enfermedad será apartada de ti." El segundo texto lo escogió en los Profetas, leyendo en Isaías: "Levántate y resplandece, porque ha venido tu luz, y la gloria del Señor se ha levantado sobre ti. La oscuridad puede cubrir la tierra y las profundas tinieblas envolver a la gente, pero el espíritu del Señor se levantará sobre ti y verán que la gloria divina te acompaña. Incluso los gentiles vendrán hacia esta luz, y muchos grandes pensadores se rendirán ante su resplandor."
1629:4  145:2.3 Este sermón fue un esfuerzo por parte de Jesús para exponer claramente el hecho de que la religión es una experiencia personal. Entre otras cosas, el Maestro dijo:
1629:5  145:2.4 "Sabéis bien que, aunque un padre de buen corazón ama a su familia como un todo, los considera así como grupo a causa de su sólido afecto por cada uno de los miembros de esa familia. Hay que dejar de acercarse al Padre que está en los cielos como un hijo de Israel, y hacerlo como un hijo de Dios. Como grupo, sois en efecto los hijos de Israel, pero como individuos, cada uno de vosotros es un hijo de Dios. He venido, no para revelar el Padre a los hijos de Israel, sino más bien para traer al creyente individual este conocimiento de Dios y la revelación de su amor y de su misericordia, como una experiencia personal auténtica. Todos los profetas os han enseñado que Yahvé cuida a su pueblo, que Dios ama a Israel. Pero yo he venido en medio de vosotros para proclamar una verdad más grande, una verdad que muchos de los últimos profetas también captaron, la verdad de que Dios os ama —a cada uno de vosotros— como individuos. Durante todas estas generaciones, habéis tenido una religión nacional o racial; yo he venido ahora para daros una religión personal.
1630:1  145:2.5 "Pero incluso esto no es una idea nueva. Muchos de los que tenéis inclinaciones espirituales habéis conocido esta verdad, puesto que algunos profetas así os lo han enseñado. ¿No habéis leído en las Escrituras lo que dice el profeta Jeremías?: `En aquellos días ya no volverán a decir: los padres han comido uvas verdes y son los hijos los que tienen la dentera. Cada cual morirá por su propia iniquidad; todo hombre que coma uvas verdes tendrá dentera. Mirad, se acercan los días en que haré un nuevo pacto con mi pueblo, no según el pacto que hice con sus padres cuando los sacé de la tierra de Egipto, sino según el nuevo camino. Incluso escribiré mi ley en sus corazones. Yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Cuando llegue ese día, los hombres ya no dirán a sus vecinos: ¿conoces al Señor? ¡No! Porque todos me conocerán personalmente, desde el más humilde hasta el más grande.'
1630:2  145:2.6 "¿No habéis leído estas promesas? ¿No creéis en las Escrituras? ¿No comprendéis que las palabras del profeta se están cumpliendo en lo que contempláis hoy mismo? ¿No os ha exhortado Jeremías a que hagáis de la religión un asunto del corazón, a que os relacionéis con Dios como individuos? ¿No os ha dicho el profeta que el Dios de los cielos analizaría el corazón de cada cual? ¿Y no se os ha advertido que el corazón humano es, por naturaleza, más engañoso que nada, y con mucha frecuencia desesperadamente perverso?
1630:3  145:2.7 "¿No habéis leído también el pasaje donde Ezequiel enseñó a vuestros padres que la religión debe convertirse en una realidad en vuestra experiencia individual? Ya no utilizaréis el proverbio que dice: `Los padres han comido uvas verdes y son los hijos los que tienen la dentera.' `Tan cierto como que estoy vivo', dice el Señor Dios, `he aquí que todas las almas me pertenecen; tanto el alma del padre como el alma del hijo. Sólo el alma que peque morirá'. Y luego, Ezequiel predijo incluso el día de hoy cuando habló en nombre de Dios, diciendo: `Os daré también un nuevo corazón, y pondré dentro de vosotros un espíritu nuevo.'
1630:4  145:2.8 "Debéis dejar de temer que Dios castiga a una nación por el pecado de un individuo. El Padre que está en los cielos tampoco castigará a uno de sus hijos creyentes por los pecados de una nación, aunque un miembro particular de una familia pueda sufrir a menudo las consecuencias materiales de los errores familiares y de las transgresiones colectivas. ¿No os dais cuenta de que la esperanza de tener una nación mejor —o un mundo mejor— está ligada al progreso y a la iluminación del individuo?"
1630:5  145:2.9 Luego el Maestro describió que, una vez que los hombres disciernen esta libertad espiritual, el Padre que está en los cielos quiere que sus hijos de la tierra empiecen la ascensión eterna de la carrera hacia el Paraíso, que consiste en una respuesta consciente de la criatura al impulso divino del espíritu interior por encontrar al Creador, conocer a Dios y tratar de volverse semejante a él.

1630:6  145:2.10 Este sermón fue de una gran ayuda para los apóstoles. Todos comprendieron mucho mejor que el evangelio del reino es un mensaje destinado al individuo, y no a la nación.
1630:7  145:2.11 Aunque los habitantes de Cafarnaum estaban familiarizados con las enseñanzas de Jesús, se quedaron asombrados con su sermón de este sábado. Enseñó, en verdad, como alguien que tiene autoridad, y no como los escribas.

1630:8  145:2.12 En el preciso momento en que Jesús terminaba de hablar, un joven de la asamblea que se había perturbado mucho con sus palabras, cayó víctima de un violento ataque epiléptico, acompañado de grandes gritos. Al final de la crisis, cuando estaba recobrando la conciencia, habló en un estado de ensueño, diciendo: "¿Qué vamos a hacer contigo, Jesús de Nazaret? Eres el santo de Dios; ¿has venido para destruirnos?" Jesús pidió a la gente que permaneciera tranquila, cogió al joven por la mano, y le dijo: "Sal de ese estado"; y se despertó inmediatamente.
1631:1  145:2.13 Este joven no estaba poseído por un espíritu impuro o un demonio; era víctima de una epilepsia corriente. Pero le habían enseñado que su afección se debía a que estaba poseído por un espíritu maligno. Creía en lo que le habían dicho y se comportaba de acuerdo con ello en todo lo que pensaba o decía sobre su enfermedad. Toda la gente creía que estos fenómenos estaban causados directamente por la presencia de los espíritus impuros. En consecuencia, creyeron que Jesús había echado un demonio de este hombre. Pero Jesús no lo curó de su epilepsia en aquel momento. Este joven no se curó realmente hasta más tarde, aquel mismo día, después de la puesta del sol. Mucho después del día de Pentecostés, el apóstol Juan, que fue el último que escribió sobre las actividades de Jesús, evitó toda referencia a estas pretendidas "expulsiones de demonios", y lo hizo así debido al hecho de que estos casos de posesión demoníaca no volvieron a producirse después de Pentecostés.
1631:2  145:2.14 Como resultado de este vulgar incidente, por todo Cafarnaum se divulgó rápidamente la noticia de que Jesús había echado un demonio de un hombre, y que lo había curado milagrosamente en la sinagoga al final de su sermón de la tarde. El sábado era el momento propicio para que este rumor sorprendente se propagara de manera rápida y eficaz. Esta noticia llegó también a todas las poblaciones más pequeñas que rodeaban a Cafarnaum, y mucha gente se la creyó.

1631:3  145:2.15 La esposa y la suegra de Simón Pedro hacían la mayor parte de la cocina y del trabajo doméstico en la gran casa de Zebedeo, donde Jesús y los doce habían establecido su cuartel general. La casa de Pedro estaba cerca de la de Zebedeo. Jesús y sus amigos se detuvieron allí al regresar de la sinagoga, porque la madre de la esposa de Pedro llevaba varios días enferma con fiebre y escalofríos. Sucedió por casualidad que la fiebre se le quitó mientras Jesús estaba de pie al lado de la enferma, sosteniendo su mano, acariciándole la frente y diciéndole palabras de consuelo y de aliento. Jesús aún no había tenido tiempo de explicar a sus apóstoles que no se había producido ningún milagro en la sinagoga; con este incidente tan fresco y vívido en su memoria, y al recordar el agua y el vino de Caná, tomaron esta coincidencia como otro milagro, y algunos de ellos salieron precipitadamente para difundir la noticia por toda la ciudad.
1631:4  145:2.16 Amata, la suegra de Pedro, padecía de paludismo. En aquel momento no fue curada milagrosamente por Jesús. Su curación no se realizó hasta varias horas más tarde, después de la puesta del sol, en conexión con el extraordinario acontecimiento que se produjo en el patio delantero de la casa de Zebedeo.

1631:5  145:2.17 Estos casos son típicos de la manera en que una generación en busca de prodigios, y un pueblo propenso a ver milagros, se aferraban indefectiblemente a todas estas coincidencias como pretexto para proclamar que Jesús había efectuado otro milagro.

 

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