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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 146

LA PRIMERA GIRA DE PREDICACIÓN EN GALILEA

 

4. EL EVANGELIO EN IRÓN

1643:2  146:4.1 En Irón, como también en muchas de las ciudades más pequeñas de Galilea y Judea, había una sinagoga, y durante los primeros tiempos de su ministerio, Jesús tenía la costumbre de hablar los sábados en estas sinagogas. A veces hablaba durante los oficios de la mañana, y Pedro o uno de los otros apóstoles predicaba por la tarde. Jesús y los apóstoles también enseñaban y predicaban a menudo en las asambleas vespertinas de la sinagoga durante los días de la semana. Aunque los jefes religiosos de Jerusalén eran cada vez más hostiles con Jesús, no ejercían ningún control directo sobre las sinagogas exteriores a la ciudad. Sólo en una época más tardía del ministerio público de Jesús, consiguieron crear un sentimiento tan generalizado en contra de él, que provocaron casi el cierre total de las sinagogas a su enseñanza. Pero en estos momentos, todas las sinagogas de Galilea y Judea estaban abiertas para él.
1643:3  146:4.2 En Irón se encontraban unas minas muy importantes para aquella época, y como Jesús nunca había compartido la vida de los mineros, durante su estancia en Irón pasó la mayor parte de su tiempo en las minas. Mientras los apóstoles visitaban los hogares y predicaban en los lugares públicos, Jesús trabajaba en las minas con estos obreros subterráneos. La fama de Jesús como sanador se había propagado hasta este pueblo remoto, y muchos enfermos y afligidos buscaron su ayuda; la gente se benefició ampliamente de su ministerio curativo. Pero el Maestro no efectuó, en ninguno de estos casos, un pretendido milagro de curación, exceptuando el del leproso.

1643:4  146:4.3 Al final de la tarde del tercer día en Irón, cuando Jesús regresaba de las minas, pasó por casualidad por una angosta calle lateral en dirección a su alojamiento. Al acercarse a la choza miserable de cierto leproso, el afectado, que había oído hablar de la fama de Jesús como sanador, se atrevió a abordarlo cuando pasaba por su puerta, y se arrodilló delante de él, diciendo: "Señor, si tan sólo quisieras, podrías purificarme. He oído el mensaje de tus instructores y quisiera entrar en el reino si pudiera ser purificado." El leproso se expresó de esta manera porque, entre los judíos, a los leprosos se les prohibía incluso asistir a la sinagoga o practicar otro tipo de culto en público. Este hombre creía realmente que no sería recibido en el reino venidero a menos que pudiera curarse de su lepra. Cuando Jesús lo vio así de afligido y escuchó sus palabras impregnadas de fe, su corazón humano se conmovió y su mente divina se enterneció de compasión. Mientras Jesús lo contemplaba, el hombre se echó de bruces y lo adoró. Entonces, el Maestro alargó su mano, lo tocó y le dijo: "Sí quiero —queda purificado." Y el hombre se curó de inmediato; la lepra había dejado de afligirlo.
1643:5  146:4.4 Cuando Jesús hubo levantado al hombre del suelo, le encargó: "Cuida de no hablarle a nadie de tu curación, sino más bien dirígete tranquilamente a tus asuntos, preséntate ante el sacerdote y ofrece los sacrificios ordenados por Moisés en testimonio de tu purificación." Pero este hombre no hizo lo que Jesús le había indicado. En lugar de eso, empezó a anunciar por toda la localidad que Jesús lo había curado de su lepra, y como todo el pueblo lo conocía, la gente pudo ver claramente que había sido librado de su enfermedad. No fue a ver a los sacerdotes como Jesús le había recomendado. Como consecuencia de haber divulgado la noticia de que Jesús lo había curado, el Maestro fue tan asediado por los enfermos que se vio obligado a levantarse temprano al día siguiente y dejar el pueblo. Aunque Jesús no volvió a entrar en la ciudad, permaneció dos días en las afueras cerca de las minas, donde continuó enseñando más cosas a los mineros creyentes sobre el evangelio del reino.
1644:1  146:4.5 Esta purificación del leproso era el primer supuesto milagro que Jesús había realizado intencional y deliberadamente hasta ese momento. Y se trataba de un auténtico caso de lepra.

1644:2  146:4.6 Desde Irón fueron a Giscala, donde pasaron dos días proclamando el evangelio, y luego partieron hacia Corazín, donde estuvieron casi una semana predicando la buena nueva, pero en esta ciudad fueron incapaces de conseguir muchos creyentes para el reino. En ningún lugar donde Jesús había enseñado había encontrado un rechazo tan general de su mensaje. La estancia en Corazín fue muy deprimente para la mayoría de los apóstoles; Andrés y Abner tuvieron muchas dificultades para levantar el ánimo de sus asociados. Así pues, atravesaron tranquilamente Cafarnaum, y continuaron hasta el pueblo de Madón, donde no tuvieron mucho más éxito. En la mente de la mayoría de apóstoles prevalecía la idea de que su falta de éxito en estas ciudades que habían visitado tan recientemente se debía a la insistencia de Jesús para que, en sus enseñanzas y predicaciones, se abstuvieran de hablar de él como sanador. ¡Cuánto hubieran deseado que purificara a otro leproso o que manifestara su poder de alguna otra manera para atraer la atención de la gente! Pero el Maestro se mantuvo impasible ante sus peticiones fervientes.

 


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