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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 152

Los ACONTECIMIENTOS QUE CONDUJERON
A LA CRISIS DE CAFARNAUM

1698:1  152:0.1 LA HISTORIA de la curación de Amós, el lunático de Queresa, ya había llegado hasta Betsaida y Cafarnaum, de manera que una gran multitud esperaba a Jesús cuando su barca arribó aquel martes por la mañana. En esta multitud se encontraban los nuevos observadores enviados por el sanedrín de Jerusalén, que habían bajado a Cafarnaum con el fin de encontrar un pretexto para arrestar e inculpar al Maestro. Mientras Jesús hablaba con la gente que se había reunido para saludarle, Jairo, uno de los jefes de la sinagoga, se abrió paso entre la muchedumbre, cayó a sus pies, lo cogió de la mano y le suplicó que se apresurara a ir con él, diciendo: "Maestro, mi hijita, mi única hija, yace en mi casa a punto de morir. Te ruego que vengas a curarla." Cuando Jesús escuchó la petición de este padre, dijo: "Iré contigo."
1698:2  152:0.2 Mientras Jesús acompañaba a Jairo, la gran multitud, que había escuchado la súplica del padre, los siguió para ver qué iba a suceder. Poco antes de llegar a la casa del jefe, mientras pasaban rápidamente por una calle estrecha con la muchedumbre empujándolo, Jesús se detuvo de pronto y exclamó: "Alguien me ha tocado." Y cuando aquellos que estaban cerca de él negaron haberle tocado, Pedro dijo: "Maestro, puedes ver que este gentío te estruja, amenaza con aplastarnos, y sin embargo dices que `alguien me ha tocado'. ¿Qué quieres decir?" Entonces Jesús dijo: "He preguntado quién me ha tocado, porque he percibido que una energía viviente ha salido de mí." Jesús miró a su alrededor, y sus ojos se posaron en una mujer cercana, que se adelantó, se arrodilló a sus pies y dijo: "Durante años he estado afligida con una hemorragia mortificante. Muchos médicos me han hecho sufrir mucho; he gastado todos mis bienes, pero ninguno ha podido curarme. Entonces oí hablar de ti, y pensé que si pudiera tocar solamente el borde de tu manto, seguramente me curaría. Así pues, apreté el paso con la gente a medida que caminaban hasta que, al estar cerca de ti, Maestro, he tocado el borde de tu manto, y he recuperado la salud; sé que me he curado de mi aflicción."
1698:3  152:0.3 Cuando Jesús escuchó esto, cogió a la mujer de la mano, la levantó y le dijo: "Hija, tu fe te ha curado; ve en paz." Era su fe, y no su contacto, lo que la había curado. Este caso es un buen ejemplo de muchas curas aparentemente milagrosas que acompañaron la carrera terrestre de Jesús, pero que él, en ningún sentido, deseó conscientemente. El paso del tiempo demostró que esta mujer se había curado realmente de su enfermedad. Su fe era de tal calidad que asía directamente el poder creativo que residía en la persona del Maestro. Con la fe que tenía, sólo necesitaba acercarse a la persona del Maestro. No era necesario en absoluto que tocara su manto; eso era simplemente la parte supersticiosa de su creencia. Jesús llamó a su presencia a esta mujer de Cesarea de Filipo, llamada Verónica, para corregir dos errores que podrían haber permanecido en su mente, o que podrían haber perdurado en la mente de los que habían presenciado esta curación: No quería que Verónica se fuera pensando que su miedo, al intentar atraer su propia curación, había surtido efecto, o que su superstición de asociar el toque del vestido de Jesús con su curación había sido eficaz. Deseaba que todos supieran que era su fe pura y viviente la que había efectuado la cura.

 

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