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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 157

EN CESAREA DE FILIPO

 

4. LA CONVERSACIÓN SOBRE EL REINO

1746:5  157:4.1 Desde los sucesos del bautismo de Jesús por Juan y la transformación del agua en vino en Caná, los apóstoles lo habían aceptado virtualmente, en diversas ocasiones, como el Mesías. Durante cortos períodos, algunos de ellos habían creído realmente que era el Libertador esperado. Pero apenas nacían estas esperanzas en su corazón, el Maestro las hacía añicos con alguna palabra aplastante o un acto que los desilusionaba. Durante mucho tiempo habían estado agitados por el conflicto entre los conceptos del Mesías esperado, que conservaban en su mente, y la experiencia de su asociación extraordinaria con este hombre extraordinario, que conservaban en su corazón.
1746:6  157:4.2 Al final de la mañana de este miércoles, los apóstoles se congregaron en el jardín de Celsus para almorzar. Durante la mayor parte de la noche y desde que se habían levantado aquella mañana, Simón Pedro y Simón Celotes se habían esforzado ardientemente para convencer a todos sus hermanos de que aceptaran al Maestro de todo corazón, no solamente como Mesías, sino también como Hijo divino del Dios vivo. Los dos Simones estaban casi de acuerdo en su apreciación de Jesús, y trabajaron diligentemente para persuadir a sus hermanos de que aceptaran plenamente su punto de vista. Aunque Andrés continuaba siendo el director general del cuerpo apostólico, su hermano Simón Pedro se estaba convirtiendo cada vez más, por consentimiento general, en el portavoz de los doce.
1747:1  157:4.3 A eso del mediodía, todos estaban sentados en el jardín cuando apareció el Maestro. Tenían una expresión digna y solemne, y todos se levantaron al acercarse a ellos. Jesús suavizó la tensión con esa sonrisa amistosa y fraternal tan característica de él cada vez que sus seguidores se tomaban demasiado en serio a sí mismos, o algún acontecimiento relacionado con ellos. Con un gesto imperativo les indicó que se sentaran. Los doce nunca más recibieron a su Maestro poniéndose de pie al aproximarse a ellos. Se dieron cuenta de que no aprobaba esta muestra exterior de respeto.
1747:2  157:4.4 Después de haber compartido el almuerzo y de haberse puesto a discutir los planes de su próxima gira por la Decápolis, Jesús los miró repentinamente a la cara y dijo: "Ahora que ha pasado un día entero desde que aprobasteis la declaración de Simón Pedro sobre la identidad del Hijo del Hombre, deseo preguntaros si continuáis manteniendo vuestra decisión." Al escuchar esto, los doce se pusieron de pie, y Simón Pedro avanzó unos pasos hacia Jesús, diciendo: "Sí, Maestro, la mantenemos. Creemos que eres el Hijo del Dios vivo." Y Pedro volvió a sentarse con sus hermanos.
1747:3  157:4.5 Jesús, que permanecía de pie, dijo entonces a los doce: "Sois mis embajadores escogidos, pero sé que, en estas circunstancias, no podríais tener esta creencia como resultado de un simple conocimiento humano. Ésta es una revelación del espíritu de mi Padre a lo más profundo de vuestra alma. Así pues, si hacéis esta confesión por la perspicacia del espíritu de mi Padre que reside en vosotros, me veo inducido a declarar que sobre este cimiento construiré la fraternidad del reino de los cielos. Sobre esta roca de realidad espiritual, construiré el templo viviente de la hermandad espiritual en las realidades eternas del reino de mi Padre. Todas las fuerzas del mal y los ejércitos del pecado no prevalecerán contra esta fraternidad humana del espíritu divino. Aunque el espíritu de mi Padre será siempre el guía y el mentor divino de todos los que se vinculen a esta hermandad espiritual, a vosotros y a vuestros sucesores entrego ahora las llaves del reino exterior —la autoridad sobre las cosas temporales— los aspectos sociales y económicos de esta asociación de hombres y mujeres, como miembros del reino." Y les encargó de nuevo que, por el momento, no le dijeran a nadie que era el Hijo de Dios.

1747:4  157:4.6 Jesús estaba empezando a tener fe en la lealtad y la integridad de sus apóstoles. El Maestro pensaba que una fe capaz de resistir lo que sus representantes escogidos habían pasado recientemente, podría soportar sin duda las duras pruebas que se avecinaban, y emerger del naufragio aparente de todas sus esperanzas hacia la nueva luz de una nueva dispensación, y así ser capaces de salir para iluminar a un mundo sumido en las tinieblas. Este día, el Maestro empezó a creer en la fe de sus apóstoles, salvo en uno.
1747:5  157:4.7 Desde aquel día, este mismo Jesús ha estado construyendo ese templo viviente sobre ese mismo cimiento eterno de su filiación divina; y aquellos que de ese modo se vuelven conscientes de ser hijos de Dios, son las piedras humanas que componen este templo viviente de filiación que se levanta hasta la gloria y el honor de la sabiduría y el amor del Padre eterno de los espíritus.

1747:6  157:4.8 Después de haber hablado así, Jesús ordenó a los doce que se retiraran a solas en las colinas, hasta la hora de la cena, para buscar la sabiduría, la fuerza y la guía espiritual. E hicieron lo que el Maestro les había recomendado.

 

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