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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 158

EL MONTE DE LA TRANSFIGURACIÓN

 

4. EL MUCHACHO EPILÉPTICO

1755:7  158:4.1 Jesús y sus compañeros llegaron al campamento apostólico este martes por la mañana un poco antes de la hora del desayuno. A medida que se acercaban, observaron una multitud considerable reunida alrededor de los apóstoles, y pronto empezaron a oír las ruidosas discusiones y controversias de este grupo de unas cincuenta personas, que incluía a los nueve apóstoles y a una asamblea dividida por igual entre los escribas de Jerusalén y los discípulos creyentes, que habían seguido a Jesús y a sus asociados en su viaje desde Magadán.
1755:8  158:4.2 Aunque la muchedumbre sostenía discusiones diversas, la controversia principal estaba centrada en cierto ciudadano de Tiberiades que había llegado el día anterior en busca de Jesús. Este hombre, Santiago de Safed, tenía un hijo único de unos catorce años de edad, que estaba gravemente afligido de epilepsia. Además de esta enfermedad nerviosa, el muchacho había sido poseído por uno de esos medianos errantes, malévolos y rebeldes, que entonces estaban presentes y sin control en la tierra, de manera que el joven era epiléptico y a la vez estaba poseído por un demonio.
1755:9  158:4.3 Durante cerca de dos semanas, este padre ansioso, oficial subalterno de Herodes Antipas, había vagado por las fronteras occidentales de los dominios de Felipe buscando a Jesús para suplicarle que curara a su hijo afligido. Y no alcanzó al grupo apostólico hasta alrededor del mediodía de este día, mientras Jesús estaba arriba en la montaña con los tres apóstoles.
1756:1  158:4.4 Los nueve apóstoles se quedaron muy sorprendidos y bastante inquietos cuando este hombre, acompañado de casi cuarenta personas más que venían buscando a Jesús, se encontró repentinamente con ellos. En el momento de llegar este grupo, los nueve apóstoles, o al menos la mayoría de ellos, habían sucumbido a su antigua tentación —la de discutir quién sería el más grande en el reino venidero; estaban atareados discurriendo sobre los puestos probables que serían asignados a cada apóstol. No podían simplemente liberarse por completo de la idea, tanto tiempo acariciada, de la misión material del Mesías. Ahora que el mismo Jesús había aceptado la confesión de los apóstoles de que era realmente el Libertador —al menos había admitido el hecho de su divinidad— qué cosa más natural que, durante este período en que estaban separados del Maestro, se pusieran a hablar de las esperanzas y ambiciones que predominaban en sus corazones. Estaban enfrascados en estas discusiones cuando Santiago de Safed y sus compañeros, que buscaban a Jesús, dieron con ellos.
1756:2  158:4.5 Andrés se levantó para saludar a este padre y a su hijo, diciendo: "¿A quién buscáis?" Santiago dijo: "Mi buen hombre, busco a tu Maestro. Busco la curación para mi hijo afligido. Quisiera que Jesús echara a este diablo que posee a mi hijo." El padre se puso entonces a contar a los apóstoles que su hijo estaba tan afligido, que muchas veces casi había perdido la vida a consecuencia de estos ataques malignos.
1756:3  158:4.6 Mientras los apóstoles escuchaban, Simón Celotes y Judas Iscariote se acercaron al padre, diciendo: "Nosotros podemos curarlo; no necesitas esperar a que regrese el Maestro. Somos los embajadores del reino, y ya no mantenemos estas cosas en secreto. Jesús es el Libertador, y nos han sido entregadas las llaves del reino." Para entonces, Andrés y Tomás estaban consultándose a un lado, mientras que Natanael y los demás observaban la escena, asombrados; todos estaban horrorizados por la súbita audacia, si no presunción, de Simón y de Judas. El padre dijo entonces: "Si os ha sido dado el hacer estas obras, os ruego que pronunciéis las palabras que liberarán a mi hijo de esta esclavitud." Entonces Simón se adelantó, colocó su mano sobre la cabeza del niño, lo miró fijamente a los ojos y ordenó: "Sal de él, espíritu impuro; en nombre de Jesús, obedéceme." Pero el muchacho tuvo simplemente un ataque más violento, mientras los escribas se mofaban de los apóstoles y los creyentes decepcionados sufrían las burlas de estos críticos hostiles.
1756:4  158:4.7 Andrés estaba profundamente disgustado por este esfuerzo descaminado y su lamentable fracaso. Reunió aparte a los apóstoles para conversar y orar. Después de este período de meditación, sintiendo la aguda punzada de la derrota y la humillación que caía sobre todos ellos, Andrés hizo una segunda tentativa por echar al demonio, pero el fracaso coronó de nuevo sus esfuerzos. Andrés confesó francamente su derrota y le rogó al padre que permaneciera con ellos durante la noche o hasta que Jesús regresara, diciendo: "Quizás esta clase de demonios no se va, a menos que se lo ordene personalmente el Maestro."
1756:5  158:4.8 Y así, mientras Jesús descendía de la montaña con Pedro, Santiago y Juan, exuberantes y extasiados, sus nueve hermanos estaban también desvelados pero a causa de su confusión, abatimiento y humillación. Formaban un grupo desanimado y escarmentado. Pero Santiago de Safed no quiso darse por vencido. Aunque no podían darle una idea de cuándo volvería Jesús, decidió quedarse allí hasta que regresara el Maestro.

 


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