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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 158

EL MONTE DE LA TRANSFIGURACIÓN

 

7. LA PROTESTA DE PEDRO

1759:3  158:7.1 Aquel miércoles por la mañana temprano, Jesús y los doce salieron de Cesarea de Filipo hacia el parque de Magadán, cerca de Betsaida-Julias. Los apóstoles habían dormido muy poco aquella noche; así pues, se levantaron temprano y se prepararon para partir. Incluso a los imperturbables gemelos Alfeo les había conmocionado esta conversación sobre la muerte de Jesús. A medida que viajaban hacia el sur, un poco más allá de las Aguas de Merón llegaron a la carretera de Damasco, y como deseaban evitar a los escribas y a otras personas que Jesús sabía que pronto vendrían caminando detrás de ellos, ordenó que continuaran hasta Cafarnaum por la carretera de Damasco que atraviesa Galilea. Hizo esto porque sabía que aquellos que lo seguían continuarían por la carretera al este del Jordán, pues suponían que Jesús y los apóstoles tendrían miedo de cruzar por el territorio de Herodes Antipas. Jesús intentaba eludir a sus críticos y a la multitud que lo seguía, para poder estar a solas con sus apóstoles ese día.
1759:4  158:7.2 Habían caminado a través de Galilea hasta bien pasada la hora del almuerzo, cuando se detuvieron a la sombra para descansar. Después de que hubieron compartido la comida, Andrés, dirigiéndose a Jesús, dijo: "Maestro, mis hermanos no comprenden tus palabras profundas. Hemos llegado a creer plenamente que eres el Hijo de Dios, y ahora escuchamos esas extrañas palabras acerca de dejarnos, acerca de morir. No comprendemos tu enseñanza. ¿Es que nos hablas en parábolas? Te rogamos que nos hables claramente y de una manera no velada."
1759:5  158:7.3 En respuesta a la petición de Andrés, Jesús dijo: "Hermanos míos, debido a que habéis confesado que soy el Hijo de Dios, me veo obligado a empezar a desvelaros la verdad sobre el final de la donación del Hijo del Hombre en la tierra. Insistís en aferraros a la creencia de que soy el Mesías, y no queréis abandonar la idea de que el Mesías debe sentarse en un trono en Jerusalén; por eso insisto en deciros que el Hijo del Hombre deberá pronto ir a Jerusalén, sufrir muchas cosas, ser rechazado por los escribas, los ancianos y los principales sacerdotes, y después de todo eso, ser ejecutado y resucitar de entre los muertos. Y no os estoy diciendo una parábola. Os digo la verdad a fin de que estéis preparados para cuando esos acontecimientos caigan repentinamente sobre nosotros." Mientras estaba hablando todavía, Simón Pedro se precipitó impetuosamente hacia él, puso su mano en el hombro del Maestro y dijo: "Maestro, está lejos de nuestra intención discutir contigo, pero declaro que estas cosas no te sucederán nunca."
1760:1  158:7.4 Pedro habló así porque amaba a Jesús; pero la naturaleza humana del Maestro reconoció en estas palabras de afecto bien intencionado la sugerencia sutil de una tentación, la de cambiar su política de continuar hasta el fin su donación terrestre de acuerdo con la voluntad de su Padre del Paraíso. Precisamente porque detectó el peligro de permitir que las sugerencias de sus mismos amigos afectuosos y leales le disuadieran, Jesús se volvió hacia Pedro y los otros apóstoles, diciendo: "Quédate detrás mía. Hueles al espíritu del adversario, al tentador. Cuando habláis de esta manera, no estáis de mi parte, sino más bien de parte de nuestro enemigo. De esta forma vuestro amor por mí lo convertís en un obstáculo para yo hacer la voluntad del Padre. No prestéis atención a los caminos de los hombres, sino más bien a la voluntad de Dios."
1760:2  158:7.5 Cuando se hubieron recobrado del primer impacto de la punzante reprimenda de Jesús, y antes de reanudar su viaje, el Maestro dijo además: "Si alguien quiere seguirme, que no haga caso de sí mismo, que se encargue diariamente de sus responsabilidades y que me siga. Porque el que quiera salvar su vida egoístamente, la perderá, pero el que pierda su vida por mi causa y por el evangelio, la salvará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero si pierde su propia alma? ¿Qué podría dar un hombre a cambio de la vida eterna? No os avergoncéis de mí y de mis palabras en esta generación pecaminosa e hipócrita, como yo no me avergonzaré de reconoceros cuando aparezca con gloria delante de mi Padre en presencia de todas las huestes celestiales. Sin embargo, muchos de vosotros que estáis ahora delante de mí no experimentaréis la muerte hasta que hayáis visto llegar con poder este reino de Dios."
1760:3  158:7.6 Jesús indicó así claramente a los doce el camino doloroso y conflictivo que debían pisar si querían seguirlo. ¡Qué impacto causaron estas palabras en estos pescadores galileos que se empeñaban en soñar con un reino terrenal con puestos de honor para sí mismos! Pero sus corazones leales se conmovieron ante este llamamiento valiente, y ninguno de ellos sintió deseos de abandonarlo. Jesús no los enviaba solos al combate; él los conducía. Sólo les pedía que lo siguieran valientemente.
1760:4  158:7.7 Los doce captaban lentamente la idea de que Jesús les estaba diciendo algo sobre la posibilidad de su muerte. Sólo comprendían vagamente lo que les decía sobre su muerte, mientras que su declaración acerca de resucitar de entre los muertos no consiguió en absoluto grabarse en sus mentes. A medida que pasaban los días, y recordaban su experiencia en la montaña de la transfiguración, Pedro, Santiago y Juan llegaron a comprender mejor algunas de estas cuestiones.
1760:5  158:7.8 En toda la asociación de los doce con su Maestro, sólo unas pocas veces vieron la mirada centellante y escucharon las vivas palabras de reproche que Pedro y el resto de los apóstoles recibieron en esta ocasión. Jesús siempre había sido paciente con los defectos humanos de sus apóstoles, pero no fue así cuando se enfrentó a una amenaza inminente contra su programa de hacer implícitamente la voluntad de su Padre durante el resto de su carrera terrestre. Los apóstoles se quedaron literalmente anonadados; estaban asombrados y horrorizados. No encontraban palabras para expresar su tristeza. Empezaron a darse cuenta lentamente de lo que el Maestro tendría que soportar, y de que deberían atravesar estas experiencias con él, pero no despertaron a la realidad de estos acontecimientos venideros hasta mucho tiempo después de estas primeras alusiones a la tragedia que amenazaba los últimos días de su vida.
1761:1  158:7.9 Jesús y los doce partieron en silencio hacia su campamento del parque de Magadán, pasando por Cafarnaum. A medida que transcurría la tarde, aunque no conversaron con Jesús, hablaron mucho entre ellos mientras Andrés charlaba con el Maestro.

 


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