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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 160

RODÁN DE ALEJANDRÍA


3. Los ATRACTIVOS DE LA MADUREZ

1777:2  160:3.1 El esfuerzo para conseguir la madurez necesita trabajo, y el trabajo requiere energía. ¿De dónde viene el poder para realizar todo esto?. Las cosas físicas se pueden considerar como adquiridas, pero el Maestro bien ha dicho que "No sólo de pan vive el hombre". Cuando se posee un cuerpo normal y una salud razonablemente buena, debemos buscar a continuación las atracciones que actuarán como estímulo para despertar las fuerzas espirituales dormidas del hombre. Jesús nos ha enseñado que Dios vive en el hombre; entonces, ¿cómo podemos inducir al hombre para que libere estos poderes de la divinidad y de la infinidad que están ligados en su alma?. ¿Cómo incitaremos a los hombres para que dejen salir a Dios, de manera que brote de nosotros y refresque de paso nuestras propias almas, para después contribuir a esclarecer, elevar y bendecir a innumerables otras almas?. ¿De qué manera puedo despertar mejor estos poderes benéficos latentes que yacen dormidos en vuestras almas?. De una cosa estoy seguro: la excitación emocional no es el estímulo espiritual ideal. La excitación no aumenta la energía; más bien agota las fuerzas de la mente y del cuerpo. ¿De dónde viene pues la energía que permite realizar estas grandes cosas?. Observad a vuestro Maestro. En este mismo momento se encuentra allá en las colinas, llenándose de fuerza, mientras nosotros estamos aquí gastando energía. El secreto de todo este problema se encuentra en la comunión espiritual, en la adoración. Desde el punto de vista humano, se trata de combinar la meditación y la relajación. La meditación pone en contacto a la mente con el espíritu; la relajación determina la capacidad para la receptividad espiritual. Esta sustitución de la debilidad por la fuerza, del temor por el valor, de la mentalidad del yo por la voluntad de Dios, constituye la adoración. Al menos, el filósofo lo ve de esta manera.
1777:3  160:3.2 Cuando estas experiencias se repiten frecuentemente, se cristalizan en hábitos, en unos hábitos de adoración que dan fuerzas; estos hábitos se traducen finalmente en un carácter espiritual, y por último, este carácter es reconocido por nuestros semejantes como una personalidad madura. Al principio, estas prácticas son difíciles y llevan mucho tiempo, pero cuando se vuelven habituales, proporcionan descanso y ahorro de tiempo a la vez. Cuanto más compleja se vuelva la sociedad, cuanto más se multipliquen los atractivos de la civilización, más urgente será la necesidad, para los individuos que conocen a Dios, de adquirir estas prácticas habituales de protección, destinadas a conservar y aumentar sus energías espirituales.
1778:1  160:3.3 Otro requisito para alcanzar la madurez es la adaptación cooperativa de los grupos sociales a un entorno en constante cambio. El individuo inmaduro despierta el antagonismo de sus semejantes; el hombre maduro se gana la cooperación cordial de sus asociados, lo que multiplica considerablemente los frutos de los esfuerzos de su vida.
1778:2  160:3.4 Mi filosofía me dice que hay momentos en los que debo luchar, si hace falta, para defender mi concepto de la rectitud, pero estoy seguro de que el Maestro, con su tipo de personalidad más madura, conseguiría fácil y elegantemente una victoria equivalente mediante su técnica superior y seductora de tacto y de tolerancia. Demasiado a menudo, cuando luchamos por una causa justa, sucede que tanto el vencedor como el vencido han sido derrotados. Ayer mismo oí decir al Maestro que "si un hombre sabio trata de entrar por una puerta cerrada, no destruye la puerta, sino que busca la llave para abrirla". Con mucha frecuencia nos empeñamos en luchar sólo para convencernos de que no tenemos miedo.
1778:3  160:3.5 Este nuevo evangelio del reino presta un gran servicio al arte de vivir, en el sentido de que provee un incentivo nuevo y más rico para una vida más elevada. Presenta una meta de destino nueva y sublime, una finalidad suprema para la vida. Estos nuevos conceptos de la meta eterna y divina de la existencia son en sí mismos estímulos trascendentes, que suscitan la reacción de lo mejor que existe en la naturaleza superior del hombre. En toda cúspide del pensamiento intelectual se encuentra una relajación para la mente, una fuerza para el alma y una comunión para el espíritu. Desde esta posición de ventaja de la vida superior, el hombre es capaz de trascender las irritaciones materiales de los niveles inferiores de pensamiento: las preocupaciones, los celos, la envidia, la venganza y el orgullo de la personalidad inmadura. Las almas que ascienden a estas alturas se liberan de una multitud de conflictos embrollados relacionados con las nimiedades de la existencia, volviéndose así libres para tomar conciencia de las corrientes superiores de conceptos espirituales y de comunicaciones celestiales. Pero la meta de la vida debe ser celosamente protegida contra la tentación de buscar logros fáciles y pasajeros; asímismo, hay que cuidarla de tal manera que se vuelva inmune a las desastrosas amenazas del fanatismo.

 

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