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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 162

EN LA FIESTA DE Los TABERNÁCULos

 

2. EL PRIMER DISCURSO EN EL TEMPLO

1790:4  162:2.1 La primera tarde que Jesús enseñó en el templo, un número considerable de personas estaban sentadas y escuchaban sus palabras describiendo la libertad del nuevo evangelio y la alegría de los que creen en la buena nueva, cuando un oyente curioso le interrumpió para preguntar: "Maestro, ¿cómo puede ser que puedas citar las Escrituras y enseñar a la gente con tanta facilidad, cuando me dicen que no has sido instruido en la ciencia de los rabinos?" Jesús contestó: "Ningún hombre me ha enseñado las verdades que os proclamo. Esta enseñanza no es mía, sino de Aquél que me ha enviado. Si algún hombre desea realmente hacer la voluntad de mi Padre, sabrá con certeza si mi enseñanza viene de Dios o si hablo por mi mismo. El que habla por sí mismo busca su propia gloria, pero cuando proclamo las palabras del Padre, busco así la gloria de aquél que me ha enviado. Pero antes de intentar entrar en la nueva luz, ¿no deberíais seguir más bien la luz que ya poseéis? Moisés os dio la ley, y sin embargo, ¿cuántos de vosotros intentan honradamente satisfacer sus exigencias? En esta ley, Moisés os ordena: `No matarás'; y a pesar de este mandamiento, algunos de vosotros pretenden matar al Hijo del Hombre."

1790:5  162:2.2 Cuando la multitud escuchó estas palabras, empezaron a discutir entre ellos. Algunos decían que estaba loco; otros, que estaba poseído por un demonio. Otros decían que éste era en verdad el profeta de Galilea que los escribas y fariseos intentaban matar desde hacía tiempo. Algunos decían que las autoridades religiosas tenían miedo de molestarlo; otros pensaban que no le habían echado mano porque se habían convertido en creyentes suyos. Después de una discusión prolongada, un miembro de la muchedumbre se adelantó y le preguntó a Jesús: "Por qué los dirigentes intentan matarte?" Y él respondió: "Los dirigentes pretenden matarme porque les indigna mi enseñanza sobre la buena nueva del reino, un evangelio que libera a los hombres de las pesadas tradiciones de una religión formalista de ceremonias, que esos educadores están decididos a mantener a toda costa. Practican la circuncisión, de acuerdo con la ley, el día del sábado, pero quieren matarme porque una vez, en un día de sábado, liberé a un hombre que era esclavo de una aflicción. Me siguen durante el sábado para espiarme, pero quieren matarme porque en otra ocasión escogí curar por completo, un día de sábado, a un hombre que estaba gravemente enfermo. Tratan de matarme porque saben muy bien que si creéis honradamente en mi enseñanza y os atrevéis a aceptarla, su sistema de religión tradicional será derrocado, destruido para siempre. Y así se quedarán privados de autoridad sobre aquello a lo que han consagrado su vida, puesto que se niegan firmemente a aceptar este evangelio nuevo y más glorioso del reino de Dios. Y ahora sí que os lo pido a cada uno de vosotros: No juzguéis por las apariencias exteriores, sino juzgad más bien por el verdadero espíritu de estas enseñanzas; juzgad con rectitud."
1791:1  162:2.3 Entonces, otro indagador dijo: "Sí, Maestro, buscamos al Mesías, pero sabemos que cuando llegue, su aparición se producirá de manera misteriosa. Sabemos de dónde vienes. Has estado entre tus hermanos desde el principio. El libertador vendrá con poder para restaurar el trono del reino de David. ¿Pretendes realmente ser el Mesías?" Jesús respondió: "Pretendes conocerme y saber de dónde vengo. Desearía que tus afirmaciones fueran verdaderas, porque entonces sí que encontrarías una vida abundante en ese conocimiento. Pero os aseguro que no he venido hasta vosotros por mí mismo; he sido enviado por el Padre, y aquél que me ha enviado es verdadero y fiel. Cuando os negáis a escucharme, os negáis a recibir a Aquél que me envía. Si recibís este evangelio, llegaréis a conocer a Aquél que me ha enviado. Yo conozco al Padre, porque he venido del Padre para proclamarlo y revelarlo a vosotros."
1791:2  162:2.4 Los agentes de los escribas querían prenderlo, pero le tenían miedo a la multitud porque muchos creían en él. La obra de Jesús desde su bautismo era bien conocida en toda la sociedad judía, y cuando mucha de esta gente refería estas cosas, se decían entre ellos: "Aunque este instructor sea de Galilea, y aunque no satisfaga todas nuestras expectativas del Mesías, nos preguntamos si cuando llegue el libertador hará realmente algo más maravilloso que lo que ya ha hecho este Jesús de Nazaret."
1791:3  162:2.5 Cuando los fariseos y sus agentes escucharon al pueblo hablar de esta manera, consultaron con sus dirigentes y decidieron que había que hacer algo inmediatamente para poner fin a estas apariciones públicas de Jesús en los patios del templo. En general, los dirigentes de los judíos estaban dispuestos a evitar un enfrentamiento con Jesús, pues creían que las autoridades romanas le habían prometido la inmunidad. No podían explicarse de otra manera la audacia que tenía de venir en esta época a Jerusalén; pero los funcionarios del sanedrín no creían totalmente en este rumor. Deducían que los gobernantes romanos no hubieran hecho una cosa así en secreto y sin que lo supieran las más altas autoridades de la nación judía.
1791:4  162:2.6 En consecuencia, Eber, el oficial adecuado del sanedrín, fue enviado con dos asistentes para arrestar a Jesús. Mientras Eber se abría paso hacia Jesús, el Maestro dijo: "No tengas miedo de aproximarte a mí. Acércate mientras escuchas mi enseñanza. Sé que has sido enviado para capturarme, pero deberías comprender que al Hijo del Hombre no le sucederá nada hasta que llegue su hora. Tú no estás en contra mía; sólo vienes a ejecutar la orden de tus superiores, e incluso esos dirigentes de los judíos creen de verdad que están sirviendo a Dios cuando buscan en secreto mi destrucción.
1792:1  162:2.7 "No os tengo aversión a ninguno de vosotros. El Padre os ama, y por eso deseo vuestra liberación de la esclavitud de los prejuicios y de las tinieblas de la tradición. Os ofrezco la libertad de la vida y la alegría de la salvación. Proclamo el nuevo camino viviente, la liberación del mal y la ruptura de la servidumbre del pecado. He venido para que podáis tener la vida, y la tengáis eternamente. Intentáis desembarazaros de mí y de mis enseñanzas inquietantes. ¡Si pudierais daros cuenta de que sólo estaré poco tiempo con vosotros! Dentro de poco volveré hacia Aquél que me ha enviado a este mundo. Entonces, muchos de vosotros me buscaréis con diligencia, pero no descubriréis mi presencia, porque no podéis venir adonde estoy a punto de ir. Pero todos los que traten sinceramente de encontrarme, alcanzarán alguna vez la vida que conduce a la presencia de mi Padre."
1792:2  162:2.8 Algunos de los que se mofaban se dijeron entre ellos: "¿Adónde irá este hombre para que no podamos encontrarlo? ¿Se irá a vivir con los griegos? ¿Se quitará la vida? ¿Qué quiere decir cuando afirma que pronto nos dejará y que no podemos ir adonde él va?"
1792:3  162:2.9 Eber y sus ayudantes se negaron a detener a Jesús, y regresaron sin él a su lugar de reunión. Por consiguiente, cuando los sacerdotes principales y los fariseos reprendieron a Eber y a sus ayudantes por no haber traído a Jesús, Eber se limitó a contestar: "Hemos tenido miedo de arrestarlo en medio de la multitud, porque muchos de ellos creen en él. Además, nunca hemos oído a nadie hablar como ese hombre. Ese instructor tiene algo fuera de lo común. Todos haríais bien en ir a escucharlo." Cuando los jefes principales escucharon estas palabras, se quedaron sorprendidos y le dijeron sarcásticamente a Eber: "¿También tú te has extraviado? ¿Estás a punto de creer en ese impostor? ¿Has oído decir que alguno de nuestros sabios o de nuestros dirigentes haya creído en él? ¿Algún escriba o fariseo ha sido engañado por sus hábiles enseñanzas? ¿Cómo puede ser que te dejes influir por la conducta de esa multitud ignorante que no conoce ni la ley ni los profetas? ¿No sabes que esos iletrados están malditos?" Entonces, Eber contestó: "Es verdad, señores, pero ese hombre dirige palabras de misericordia y de esperanza a la multitud. Anima a los abatidos, y sus palabras han confortado incluso nuestras almas. ¿Qué puede haber de malo en esas enseñanzas, aunque no sea el Mesías de las Escrituras? Y aun así, ¿es que nuestra ley no exige la equidad? ¿Condenamos a un hombre antes de escucharlo?" El jefe del sanedrín se encolerizó con Eber y, volviéndose hacia él, le dijo: "¿Te has vuelto loco? ¿Eres por casualidad también de Galilea? Busca en las Escrituras, y descubrirás que no surge ningún profeta de Galilea, y mucho menos el Mesías."
1792:4  162:2.10 El sanedrín se dispersó en la confusión, y Jesús se retiró a Betania para pasar la noche.

 

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