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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 165

COMIENZA LA MISIÓN EN PEREA

 

5. LAS CONVERSACIONES CON Los APÓSTOLES SOBRE LA RIQUEZA

1823:1  165:5.1 Aquella noche después de la cena, cuando Jesús y los doce se reunieron para celebrar su conferencia diaria, Andrés preguntó: "Maestro, mientras bautizábamos a los creyentes, dijiste muchas cosas a la multitud que permanecía contigo, que nosotros no escuchamos. ¿Estarías dispuesto a repetir esas palabras en beneficio nuestro?" En respuesta a la petición de Andrés, Jesús dijo:

1823:2  165:5.2 "Sí, Andrés, voy a hablaros sobre estas cuestiones relacionadas con la riqueza y el sustento, pero lo que os voy a decir a vosotros, mis apóstoles, será un poco diferente a lo que dije a los discípulos y a la multitud, puesto que vosotros lo habéis abandonado todo, no sólo para seguirme, sino para ser ordenados como embajadores del reino. Ya habéis tenido una experiencia de varios años, y sabéis que el Padre, cuyo reino proclamáis, no os abandonará. Habéis dedicado vuestra vida al ministerio del reino; por ello, no os inquietéis ni os preocupéis por las cosas de la vida temporal, por lo que vais a comer, ni tampoco por cómo vestiréis vuestro cuerpo. El bienestar del alma vale más que la comida y la bebida; el progreso en el espíritu está muy por encima de la necesidad de ropa. Cuando os sintáis tentados a poner en duda la seguridad de vuestro pan, pensad en los cuervos; no siembran ni cosechan, no tienen almacenes ni graneros, y sin embargo el Padre proporciona comida a todos aquellos que la buscan. ¡Y cuánto más valiosos sois vosotros que muchos pájaros! Además, toda vuestra ansiedad o las dudas que os corroan no podrán hacer nada por satisfacer vuestras necesidades materiales. ¿Quién de vosotros puede, con su ansiedad, añadir un palmo a su estatura o un día a su vida? Puesto que esas cuestiones no dependen de vosotros, ¿por qué pensáis ansiosamente en esos problemas?
1823:3  165:5.3 "Contemplad los lirios, y la manera en que crecen; no trabajan ni hilan; y sin embargo os afirmo que ni siquiera Salomón, con toda su gloria, estaba engalanado como uno de ellos. Si Dios viste así a la hierba del campo, que hoy está viva y mañana será cortada y echada al fuego, cuánto mejor os vestirá a vosotros, los embajadores del reino celestial. ¡Oh, hombres de poca fe! Si os dedicáis de todo corazón a proclamar el evangelio del reino, no deberíais tener dudas en vuestra mente sobre vuestro propio sustento o el de las familias que habéis abandonado. Si entregáis realmente vuestra vida al evangelio, viviréis por el evangelio. Si solamente sois unos discípulos creyentes, tendréis que ganaros vuestro pan y contribuir al sostén de todos los que enseñan, predican y curan. Si estáis inquietos a causa de vuestro pan y de vuestra agua, ¿en qué sois diferentes a las naciones del mundo que buscan esas necesidades con tanta diligencia? Consagraos a vuestro trabajo con el convencimiento de que tanto el Padre como yo sabemos que tenéis necesidad de todas esas cosas. Dejadme aseguraros, una vez por todas, que si dedicáis vuestra vida a la obra del reino, todas vuestras necesidades reales serán satisfechas. Buscad la cosa más grande, y encontraréis que las más pequeñas están contenidas en ella; pedid las cosas celestiales, y las cosas terrenales estarán incluidas. La sombra no puede dejar de seguir a la sustancia.
1823:4  165:5.4 "Sólo sois un grupo pequeño, pero si tenéis fe, si el miedo no os hace tropezar, os declaro que mi Padre tendrá la satisfacción de daros este reino. Habéis guardado vuestros tesoros donde las bolsas no envejecen, donde ningún ladrón puede despojaros, y donde ninguna polilla puede destruir. Tal como se lo he dicho a la gente, allí donde esté vuestro tesoro, estará también vuestro corazón.
1824:1  165:5.5 "Pero en la tarea que nos aguarda de inmediato, y en la que quedará para vosotros después de que yo regrese al Padre, pasaréis por unas pruebas muy penosas. Todos tendréis que estar alertas contra el miedo y las dudas. Que cada uno de vosotros se prepare mentalmente para la lucha y mantenga su lámpara encendida. Comportaos como unos hombres que están esperando a que regrese su señor de la fiesta nupcial, para que cuando vuelva y llame a la puerta, podáis abrirle rápidamente. El señor bendecirá a esos servidores vigilantes por encontrarlos fieles en un momento tan importante. Entonces el señor hará que sus servidores se sienten, y él mismo los servirá. En verdad, en verdad os digo que se avecina una crisis en vuestra vida, y os corresponde vigilar y estar preparados.
1824:2  165:5.6 "Comprendéis bien que ningún hombre permitirá que su casa sea asaltada, si sabe a qué hora llegará el ladrón. Vigilaos también a vosotros mismos, porque a la hora que menos sospechéis y de una manera que no imagináis, el Hijo del Hombre se marchará."

1824:3  165:5.7 Los doce permanecieron sentados en silencio durante unos minutos. Algunas de estas advertencias ya las habían escuchado antes, pero no en el marco que Jesús se las presentó en esta ocasión.

 


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