ÍNDICEEl libro de Urantia Edición1999
ESCRITO 166 LA ÚLTIMA VISITA A PEREA DEL NORTE
1827:6 166:2.1 Al día siguiente, Jesús fue con los doce a Amatus, cerca de la frontera de Samaria. Al acercarse a la ciudad, se encontraron con un grupo de diez leprosos que residían por algún tiempo cerca de aquel lugar. Nueve de ellos eran judíos y uno samaritano. Normalmente, estos judíos habrían evitado toda asociación o todo contacto con este samaritano, pero la aflicción que tenían en común era más que suficiente para superar todos los prejuicios religiosos. Habían oído hablar mucho de Jesús y de sus primeras curaciones milagrosas, y como los setenta tenían la costumbre de anunciar la hora aproximada en que Jesús llegaría cuando el Maestro estaba de gira con los doce, los diez leprosos se habían enterado de que aparecería por estas inmediaciones hacia esta hora; en consecuencia, estaban apostados aquí en las afueras de la ciudad, con la esperanza de atraer su atención y pedirle la curación. Cuando los leprosos vieron llegar a Jesús, no se atrevieron a acercarse a él y se mantuvieron a distancia, gritándole: "Maestro, ten piedad de nosotros; límpianos de nuestra aflicción. Cúranos como has curado a otros."
1827:7 166:2.2 Jesús acababa de explicar a los doce por qué los gentiles de Perea, junto con los judíos menos ortodoxos, estaban más dispuestos que los judíos de Judea, más ortodoxos y atados a la tradición, a creer en el evangelio predicado por los setenta. Había llamado su atención sobre el hecho de que su mensaje también había sido recibido más fácilmente por los galileos, e incluso por los samaritanos. Pero los doce apóstoles aún no estaban dispuestos a mantener sentimientos amistosos hacia los samaritanos, despreciados durante tanto tiempo.
1827:8 166:2.3 En consecuencia, cuando Simón Celotes observó al samaritano entre los leprosos, intentó persuadir al Maestro para que siguiera andando hasta la ciudad sin detenerse siquiera para intercambiar saludos con ellos. Jesús le dijo a Simón: "Pero, ¿y si el samaritano ama a Dios tanto como los judíos? ¿Vamos a juzgar a nuestros semejantes? ¿Quién puede decirlo? Si curamos a estos diez hombres, quizás el samaritano resulte ser más agradecido incluso que los judíos. ¿Te sientes seguro de tus opiniones, Simón?" Simón replicó de inmediato: "Si los purificas, lo averiguarás enseguida." Y Jesús contestó: "Así será, Simón, y pronto conocerás la verdad sobre la gratitud de los hombres y la misericordia amante de Dios."
1827:9 166:2.4 Jesús se acercó a los leprosos, y dijo: "Si queréis recuperar la salud, id inmediatamente a mostraros a los sacerdotes, como lo exige la ley de Moisés." Y mientras iban de camino, recuperaron la salud. Cuando el samaritano vio que había sido curado, volvió sobre sus pasos buscando a Jesús, y empezó a glorificar a Dios en voz alta. Cuando hubo encontrado al Maestro, cayó de rodillas a sus pies y dio gracias por su purificación. Los otros nueve, los judíos, también habían descubierto que habían sido curados, y aunque también estaban agradecidos por su purificación, continuaron su camino para mostrarse a los sacerdotes.
1828:1 166:2.5 Mientras el samaritano permanecía arrodillado a los pies de Jesús, el Maestro miró sucesivamente a los doce, especialmente a Simón Celotes, y dijo: "¿No han sido purificados los diez? ¿Dónde están entonces los otros nueve, los judíos? Solamente uno, este extranjero, ha regresado para dar gloria a Dios." Luego dijo al samaritano: "Levántate y sigue tu camino; tu fe te ha curado."
1828:2 166:2.6 Jesús miró de nuevo a sus apóstoles mientras el extranjero se alejaba. Y todos los apóstoles miraron a Jesús, excepto Simón Celotes, que tenía la mirada baja. Los doce no dijeron ni una palabra. Y Jesús tampoco habló; no era necesario que lo hiciera.1828:3 166:2.7 Aunque estos diez hombres creían realmente que tenían la lepra, solamente cuatro sufrían de ella. Los otros seis fueron curados de una enfermedad de la piel que había sido confundida con la lepra. Pero el samaritano tenía realmente la lepra.
1828:4 166:2.8 Jesús ordenó a los doce que no dijeran nada sobre la purificación de los leprosos, y cuando entraban en Amatus, comentó: "Ya veis cómo los hijos de la casa, incluso cuando son desobedientes a la voluntad de su Padre, dan por sentadas sus bendiciones. Creen que es de poca importancia el dejar de dar las gracias cuando el Padre les concede la curación, pero cuando los extranjeros reciben los dones del dueño de la casa, se llenan de asombro y se sienten obligados a dar las gracias en reconocimiento por las buenas cosas que les han sido concedidas." Y los apóstoles continuaron sin decir nada en respuesta a las palabras del Maestro.