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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 167

LA VISITA A FILADELFIA

 

5. EN EL CAMINO DE BETANIA

1838:2  167:5.1 Un grupo de casi cincuenta amigos y enemigos siguió a Jesús en el camino hacia Judea. El miércoles, a la hora de la comida del mediodía, habló a sus apóstoles y a este grupo de seguidores sobre las "Condiciones de la salvación", y al final de esta lección, contó la parábola del fariseo y el publicano (un recaudador de impuestos). Jesús dijo: "Ya veis que el Padre concede la salvación a los hijos de los hombres, y esta salvación es un don gratuito para todos los que tienen la fe necesaria para recibir la filiación en la familia divina. El hombre no puede hacer nada para ganar esta salvación. Las obras presuntuosas no pueden comprar el favor de Dios, y una gran cantidad de oraciones en público no compensarán la falta de fe viviente en el corazón. Podéis engañar a los hombres con vuestro servicio aparente, pero Dios examina vuestra alma. Lo que os digo está bien ilustrado en el ejemplo de dos hombres, uno fariseo y el otro publicano, que entraron a orar en el templo. El fariseo permanecía de pie y oraba para sus adentros: `Oh Dios, te doy las gracias por no ser como los demás hombres, que son opresores, ignorantes, injustos, adúlteros, o incluso como ese publicano. Ayuno dos veces por semana, y doy el diezmo de todo lo que gano.' En cambio el publicano permanecía a lo lejos, sin atreverse siquiera a levantar los ojos al cielo, y se golpeaba el pecho, diciendo: `Dios, sé misericordioso con un pecador como yo.' Os digo que el publicano regresó a su casa con la aprobación de Dios, en vez del fariseo, pues el que se ensalza a sí mismo será humillado, pero el que se humilla será ensalzado."

1838:3  167:5.2 Aquella noche en Jericó, los fariseos hostiles trataron de coger al Maestro en una trampa, incitándolo a discutir sobre el matrimonio y el divorcio, como sus colegas habían hecho anteriormente en Galilea, pero Jesús evitó hábilmente sus esfuerzos por ponerlo en un conflicto con sus leyes relacionadas con el divorcio. Así como el publicano y el fariseo ilustraban la buena y la mala religión, sus prácticas del divorcio servían para establecer un contraste entre las mejores leyes matrimoniales del código judío y la relajación vergonzosa con que los fariseos interpretaban estas reglas mosaicas sobre el divorcio. El fariseo se juzgaba a sí mismo utilizando el criterio más bajo; el publicano se medía por el ideal más elevado. Para el fariseo, la devoción era un medio de inducirle a la inactividad presuntuosa y a la certeza de una falsa seguridad espiritual; para el publicano, la devoción era un medio de despertar su alma para que comprendiera la necesidad de arrepentirse, de confesarse y de aceptar, por la fe, un perdón misericordioso. El fariseo buscaba la justicia; el publicano buscaba la misericordia. La ley del universo es: pedid y recibiréis; buscad y encontraréis.
1838:4  167:5.3 Aunque Jesús se negó a dejarse arrastrar a una controversia con los fariseos sobre el divorcio, proclamó una enseñanza positiva de los ideales más elevados relativos al matrimonio. Exaltó el matrimonio como la relación más ideal y más elevada de todas las relaciones humanas. Asímismo, insinuó su enérgica desaprobación por las prácticas de divorcio relajadas e injustas de los judíos de Jerusalén, que en aquella época permitían que un hombre se divorciara de su esposa por las razones más insignificantes, tales como ser una mala cocinera, una ama de casa deficiente, o simplemente porque se había enamorado de una mujer más bonita.
1839:1  167:5.4 Los fariseos habían llegado incluso a enseñar que este tipo de divorcio fácil era una dispensa especial concedida al pueblo judío, y a los fariseos en particular. Y así, aunque Jesús se negó a hacer declaraciones sobre el matrimonio y el divorcio, censuró muy severamente estas burlas vergonzosas de la relación matrimonial, y señaló su injusticia para con las mujeres y los niños. Nunca aprobó una práctica de divorcio que proporcionara al hombre alguna ventaja sobre la mujer; el Maestro sólo apoyaba aquellas enseñanzas que concedían a las mujeres la igualdad con los hombres.
1839:2  167:5.5 Aunque Jesús no ofreció unos nuevos preceptos que rigieran el matrimonio y el divorcio, instó a los judíos a que cumplieran con sus propias leyes y con sus enseñanzas más elevadas. Recurrió constantemente a las Escrituras en su esfuerzo por mejorar las prácticas de todas estas conductas sociales. A la vez que defendía así los conceptos elevados e ideales del matrimonio, Jesús evitó hábilmente contradecir a sus interrogadores respecto a las prácticas sociales representadas en sus leyes escritas, o en sus privilegios de divorcio, tan apreciados por ellos.
1839:3  167:5.6 A los apóstoles les resultaba muy difícil comprender la desgana que mostraba el Maestro en hacer declaraciones positivas sobre los problemas científicos, sociales, económicos y políticos. No se daban plenamente cuenta de que su misión terrenal estaba exclusivamente interesada en las revelaciones de las verdades espirituales y religiosas.
1839:4  167:5.7 Después de que Jesús hubiera hablado sobre el matrimonio y el divorcio, más tarde aquella misma noche sus apóstoles le hicieron muchas preguntas adicionales en privado, y sus respuestas a estas preguntas liberaron sus mentes de muchos conceptos equivocados. Al final de esta conferencia, Jesús dijo: "El matrimonio es honorable y todos los hombres deberían desearlo. El hecho de que el Hijo del Hombre continúe solo su misión terrenal, no es de ninguna manera un rechazo a la deseabilidad del matrimonio. Es voluntad del Padre que yo actúe de esta manera, pero el mismo Padre ha ordenado la creación del hombre y de la mujer, y es voluntad divina que los hombres y las mujeres encuentren su servicio más elevado, y la alegría consiguiente, estableciendo un hogar para recibir y criar a los hijos, en cuya creación estos padres se convierten en asociados de los Hacedores del cielo y de la tierra. Por esta razón, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos se volverán como uno solo."
1839:5  167:5.8 De esta manera, Jesús liberó la mente de los apóstoles de un gran número de preocupaciones acerca del matrimonio, y aclaró muchos malentendidos relacionados con el divorcio; al mismo tiempo, contribuyó mucho a realzar sus ideales de unión social y a acrecentar su respeto por las mujeres, los niños y el hogar.

 

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