ÍNDICEEl libro de Urantia Edición1999
ESCRITO 168 LA RESURRECCIÓN DE LÁZARO
1842:1 168:0.1 POCO después del mediodía, Marta salió al encuentro de Jesús cuando éste atravesaba la cima de la colina cerca de Betania. Su hermano Lázaro había muerto hacía cuatro días y el domingo al anochecer había sido colocado en el sepulcro de la familia, situado en un extremo del jardín. Este mismo jueves por la mañana, habían hecho rodar la piedra a la entrada de la tumba.
1842:2 168:0.2 Cuando Marta y María enviaron a Jesús el aviso de la enfermedad de Lázaro, confiaban que el Maestro haría algo al respecto. Sabían que su hermano estaba irremediablemente enfermo, y aunque apenas se atrevían a esperar que Jesús dejara su trabajo de enseñanza y predicación para venir a ayudarlos, tenían tanta confianza en su poder de curar las enfermedades, que pensaron que le bastaría con pronunciar las palabras curativas y Lázaro recuperaría inmediatamente la salud. Cuando Lázaro murió pocas horas después de que el mensajero saliera de Betania hacia Filadelfia, dedujeron que el Maestro no se había enterado de la enfermedad de su hermano hasta que fue demasiado tarde, hasta que ya estaba muerto desde hacía varias horas.
1842:3 168:0.3 Sin embargo, se sintieron muy desconcertadas, al igual que todos sus amigos creyentes, por el mensaje que trajo el corredor cuando llegó a Betania el martes por la mañana. El mensajero insistió en que había oído decir a Jesús: "... esta enfermedad no le llevará realmente a la muerte." Tampoco podían comprender por qué Jesús no les había enviado ningún mensaje, ni les había ofrecido su ayuda de alguna otra manera.
1842:4 168:0.4 Muchos amigos de las aldeas vecinas, y otros de Jerusalén, vinieron a consolar a las hermanas que estaban muy afligidas. Lázaro y sus hermanas eran los hijos de un judío ilustre y acaudalado, que había sido el vecino principal del pueblecito de Betania. A pesar de que los tres habían sido, desde hacía tiempo, unos discípulos apasionados de Jesús, eran sumamente respetados por todos los que los conocían. Habían heredado unos grandes viñedos y huertos de olivos en aquellas proximidades, y el hecho de que pudieran permitirse un sepulcro privado en sus propias tierras era una prueba más de su riqueza. Sus padres ya habían sido enterrados en este sepulcro.
1842:5 168:0.5 María había renunciado a la idea de la venida de Jesús y se había entregado a su aflicción, pero Marta se aferró a la esperanza de que Jesús vendría, y la conservó hasta el momento en que hicieron rodar la piedra delante de la la tumba, aquella misma mañana, y sellaron la entrada. E incluso entonces, encargó a un joven vecino que vigilara la carretera de Jericó desde la cima de la colina al este de Betania; este fue el muchacho que le llevó a Marta la noticia de que Jesús y sus amigos se acercaban.
1842:6 168:0.6 Cuando Marta se encontró con Jesús, cayó a sus pies, exclamando: "Maestro, ¡si hubieras estado aquí, mi hermano no hubiera muerto!" Muchos temores atravesaban la mente de Marta, pero no expresó ninguna duda ni se atrevió a criticar o a poner en tela de juicio la conducta del Maestro en relación con la muerte de Lázaro. Cuando hubo terminado de hablar, Jesús se inclinó para levantarla, y le dijo: "Ten fe únicamente, Marta, y tu hermano resucitará." Entonces Marta contestó: "Sé que resucitará en la resurrección del último día; e incluso ahora creo que nuestro Padre te concederá todo lo que le pidas a Dios."
1843:1 168:0.7 Entonces Jesús miró a Marta fijamente a los ojos, y le dijo: "Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá. En verdad, cualquiera que vive y cree en mí no morirá nunca realmente. Marta, ¿crees en esto?" Y Marta respondió al Maestro: "Sí, creo desde hace mucho tiempo que tú eres el Libertador, el Hijo del Dios vivo, aquel que debía venir a este mundo."
1843:2 168:0.8 Cuando Jesús preguntó por María, Marta se dirigió inmediatamente a la casa y le dijo a su hermana en voz baja: "El Maestro está aquí y ha preguntado por ti." Cuando María escuchó esto, se levantó en seguida y salió apresuradamente para ir a recibir a Jesús, que permanecía en el mismo lugar donde Marta lo había encontrado primero, a cierta distancia de la casa. Cuando los amigos que estaban con María, tratando de consolarla, vieron que se levantaba rápidamente y salía, la siguieron suponiendo que iba a la tumba para llorar.
1843:3 168:0.9 Muchos de los presentes eran enemigos encarnizados de Jesús. Por eso Marta había salido para encontrarse con él a solas, y por eso también había entrado para informar en secreto a María de que el Maestro había preguntado por ella. Aunque Marta anhelaba ver a Jesús, deseaba evitar que su llegada repentina en medio de un grupo numeroso de sus enemigos de Jerusalén pudiera ocasionar alguna posible situación desagradable. Marta había tenido la intención de permanecer en la casa con sus amigos mientras María iba a saludar a Jesús, pero no lo consiguió, porque todos siguieron a María, y se encontraron así de manera inesperada en presencia del Maestro.
1843:4 168:0.10 Marta llevó a María ante Jesús, y cuando ésta lo vio, cayó a sus pies, exclamando: "¡Si tan sólo hubieras estado aquí, mi hermano no hubiera muerto!" Cuando Jesús vio hasta qué punto estaban todos afligidos por la muerte de Lázaro, su alma se llenó de compasión.
1843:5 168:0.11 Cuando los acompañantes vieron que María había ido a saludar a Jesús, se apartaron a una corta distancia, mientras Marta y María hablaban con el Maestro; recibieron palabras adicionales de consuelo y una exhortación a que conservaran una fe firme en el Padre y se conformaran por completo a la voluntad divina.
1843:6 168:0.12 La mente humana de Jesús se conmovió poderosamente debido al conflicto entre su amor por Lázaro y las desoladas hermanas, y su desprecio y desdén por las muestras exteriores de afecto que manifestaban algunos de estos judíos incrédulos y con intenciones asesinas. A Jesús le causaba indignación que algunos de estos supuestos amigos mostraran una aflicción forzada y externa por Lázaro, cuando esa falsa pena estaba acompañada en sus corazones por una enemistad tan implacable contra él. Sin embargo, algunos de estos judíos eran sinceros en su luto, pues eran unos verdaderos amigos de la familia.