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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 171

EN EL CAMINO DE JERUSALÉN

1867:1  171:0.1 UN DÍA después del memorable sermón sobre "el reino de los cielos", Jesús anunció que partiría al día siguiente con los apóstoles para asistir a la Pascua en Jerusalén, visitando de camino numerosas ciudades del sur de Perea.
1867:2  171:0.2 La alocución sobre el reino y el anuncio de que iría a la Pascua, hicieron que todos sus seguidores creyeran que subía a Jerusalén para inaugurar el reino temporal de la supremacía judía. Independientemente de lo que Jesús dijera sobre el carácter no material del reino, no podía apartar por completo de la mente de sus oyentes judíos la idea de que el Mesías tenía que establecer algún tipo de gobierno nacionalista con sede en Jerusalén.
1867:3  171:0.3 Lo que Jesús dijo en su sermón del sábado sólo contribuyó a confundir a la mayoría de sus seguidores; muy pocos de ellos vieron las cosas más claras con el discurso del Maestro. Los líderes comprendieron algo de sus enseñanzas sobre el reino interior, "el reino de los cielos dentro de vosotros", pero también sabían que había hablado de otro reino futuro, y creían que ahora iba a subir a Jerusalén para establecer dicho reino. Cuando esta expectativa sufrió una decepción, cuando el Maestro fue rechazado por los judíos, y cuando más tarde, Jerusalén fue literalmente destruida, continuaron aferrados a esta esperanza, creyendo sinceramente que el Maestro regresaría pronto al mundo, con un gran poder y una gloria majestuosa, para establecer el reino prometido.

1867:4  171:0.4 Este domingo por la tarde fue cuando Salomé, la madre de Santiago y de Juan Zebedeo, se acercó a Jesús con sus dos hijos apóstoles, a la manera en que uno se acerca a un potentado oriental; intentó que Jesús le prometiera de antemano que le concedería cualquier cosa que ella le pidiera. Pero el Maestro no quiso prometer nada; en lugar de eso, le preguntó: "¿Qué deseas que haga por ti?" Entonces Salomé respondió: "Maestro, ahora que vas a subir a Jerusalén para establecer el reino, quisiera pedirte que me prometas por anticipado que estos hijos míos serán honrados contigo, sentándose uno a tu derecha y el otro a tu izquierda en tu reino."
1867:5  171:0.5 Cuando Jesús escuchó la petición de Salomé, dijo: "Mujer, no sabes lo que pides." Luego, clavando la mirada en los ojos de los dos apóstoles que buscaban honores, dijo: "Porque os conozco y os amo desde hace mucho tiempo, porque he vivido incluso en la casa de vuestra madre, porque Andrés os ha encargado de que estéis conmigo en todo momento, por esa razón permitís que vuestra madre venga a verme en secreto para hacerme esta petición improcedente. Pero dejad que os pregunte: ¿Sois capaces de beber la copa que estoy a punto de beber?" Y sin pararse a reflexionar, Santiago y Juan contestaron: "Sí, Maestro, somos capaces." Jesús dijo: "Me entristece ver que no sabéis por qué vamos a Jerusalén; me apena que no comprendáis la naturaleza de mi reino; me decepciona que traigáis a vuestra madre para que me haga esta petición; pero sé que me amáis en vuestro corazón; por eso os declaro que beberéis en verdad mi copa de amargura y compartiréis mi humillación, pero no me corresponde concederos que os sentéis a mi derecha o a mi izquierda. Esos honores están reservados para aquellos que han sido designados por mi Padre."
1868:1  171:0.6 Para entonces, alguien había comunicado la noticia de esta conversación a Pedro y a los demás apóstoles, y estaban muy indignados porque Santiago y Juan hubieran intentado ser preferidos antes que ellos, y hubieran ido en secreto con su madre para hacer esta petición. Cuando empezaron a discutir entre ellos, Jesús los reunió a todos y dijo: "Comprendéis muy bien cómo los gobernantes de los gentiles tratan con prepotencia a sus súbditos, y cómo los grandes ejercen su autoridad. Pero no será así en el reino de los cielos. Si alguien quiere ser grande entre vosotros, que se vuelva primero vuestro servidor. El que quiera ser el primero en el reino, que se ponga a vuestro servicio. Os afirmo que el Hijo del Hombre no ha venido para ser servido, sino para servir. Y ahora voy a Jerusalén para dar mi vida haciendo la voluntad del Padre, y sirviendo a mis hermanos." Cuando los apóstoles escucharon estas palabras, se retiraron a solas para orar. Aquella noche, en respuesta a los esfuerzos de Pedro, Santiago y Juan se disculparon adecuadamente ante los diez y restablecieron sus buenas relaciones con sus hermanos.
1868:2  171:0.7 Al solicitar un lugar a la derecha y a la izquierda de Jesús en Jerusalén, los hijos de Zebedeo poco podían imaginar que, en menos de un mes, su amado maestro estaría colgado en una cruz romana, con un ladrón moribundo a un lado, y otro infractor al otro lado. Y la madre de ellos, que estuvo presente en la crucifixión, recordó muy bien la tonta petición que había hecho a Jesús en Pella en relación con los honores que tan imprudentemente había buscado para sus hijos apóstoles.

 


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