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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 171

EN EL CAMINO DE JERUSALÉN

 

3. LA GIRA POR PEREA

1870:4  171:3.1 Durante más de dos semanas, Jesús y los doce, seguidos por una multitud de varios cientos de discípulos, viajaron por el sur de Perea, visitando todas las ciudades donde trabajaban los setenta. En esta región vivían muchos gentiles, y puesto que pocos de ellos iban a la fiesta de la Pascua en Jerusalén, los mensajeros del reino continuaron sin interrupción su trabajo de enseñanza y de predicación.
1870:5  171:3.2 Jesús se encontró con Abner en Hesbón, y Andrés ordenó que no se interrumpieran los trabajos de los setenta por la fiesta de la Pascua; Jesús aconsejó a los mensajeros que continuaran con su obra, sin prestar ninguna atención a lo que estaba a punto de suceder en Jerusalén. También aconsejó a Abner que permitiera al cuerpo de mujeres, al menos a las que lo desearan, ir a Jerusalén para la Pascua. Ésta fue la última vez que Abner vio a Jesús en la carne. Se despidió de Abner diciéndole: "Hijo mío, sé que serás fiel al reino, y ruego al Padre que te conceda sabiduría para que puedas amar y comprender a tus hermanos."
1870:6  171:3.3 Mientras viajaban de ciudad en ciudad, una gran cantidad de sus seguidores los abandonaron para continuar hacia Jerusalén, de tal manera que, cuando Jesús partió para la Pascua, el número de los que lo habían acompañado día tras día se había reducido a menos de doscientos.
1871:1  171:3.4 Los apóstoles comprendieron que Jesús iba a Jerusalén para la Pascua. Sabían que el sanedrín había difundido un mensaje por todo Israel anunciando que había sido condenado a muerte, y ordenando que cualquiera que supiera dónde estaba informara al sanedrín; sin embargo, a pesar de todo esto, no estaban tan alarmados como cuando Jesús les había anunciado, en Filadelfia, que iba a Betania para ver a Lázaro. Este cambio de actitud, que pasó de un miedo intenso a un estado de discreta expectativa, se debía principalmente a la resurrección de Lázaro. Habían llegado a la conclusión de que Jesús podría, en caso de emergencia, afirmar su poder divino y poner en evidencia a sus enemigos. Esta esperanza, unida a su fe más profunda y madura en la supremacía espiritual de su Maestro, explica el valor exterior demostrado por sus seguidores inmediatos, los cuales se preparaban ahora para seguirlo hasta Jerusalén, haciendo caso omiso de la declaración pública del sanedrín de que debía morir.
1871:2  171:3.5 La mayoría de los apóstoles y muchos de sus discípulos más allegados no creían que Jesús pudiera morir; como opinaban que él era "la resurrección y la vida", lo consideraban como inmortal y ya triunfante sobre la muerte.

 


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