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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 172

LA ENTRADA EN JERUSALÉN

 

4. LA VISITA AL TEMPLO

1883:3  172:4.1 Mientras los gemelos Alfeo devolvían el asno a su dueño, Jesús y los diez apóstoles se separaron de sus asociados inmediatos y se pasearon por el templo, observando los preparativos para la Pascua. No se hizo ningún intento por molestar a Jesús, ya que el sanedrín temía mucho al pueblo, y después de todo, ésa era una de las razones por las que Jesús había permitido que la multitud lo aclamara de aquella manera. Los apóstoles apenas comprendían que éste era el único procedimiento humano que podía impedir, de manera eficaz, que Jesús fuera arrestado inmediatamente en cuanto entrara en la ciudad. El Maestro deseaba dar a los habitantes de Jerusalén, destacados y humildes, así como a las decenas de miles de visitantes para la Pascua, esta última oportunidad adicional de escuchar el evangelio y de recibir, si querían, al Hijo de la Paz.
1883:4  172:4.2 Ahora, mientras avanzaba la tarde y las multitudes iban en busca de alimento, Jesús y sus seguidores inmediatos se quedaron solos. ¡Qué día tan extraño había sido! Los apóstoles estaban pensativos, pero mudos. En todos sus años de asociación con Jesús, nunca habían visto un día como éste. Se sentaron un rato cerca del tesoro del templo, observando cómo la gente dejaba caer sus contribuciones: los ricos ponían mayores cantidades en la caja de las ofrendas, y todos daban algo según sus posibilidades. Al final llegó una pobre viuda, vestida miserablemente, y observaron que echaba dos ébolos (pequeñas monedas de cobre) en el embudo. Entonces Jesús llamó la atención de los apóstoles sobre la viuda, diciendo: "Retened bien lo que acabáis de ver. Esa pobre viuda ha echado más que todos los demás, porque todos los demás han echado, como don, una pequeña parte de lo que les sobraba, pero esa pobre mujer, aunque está necesitada, ha dado todo lo que tenía, incluso su sustento."
1883:5  172:4.3 A medida que avanzaba la tarde, caminaron en silencio por los patios del templo, y después de haber observado una vez más estas escenas familiares, Jesús recordó las emociones asociadas a sus visitas anteriores, sin excluir las primeras, y dijo: "Subamos a Betania para descansar." Jesús, con Pedro y Juan, fueron a la casa de Simón, mientras que los demás apóstoles se alojaron con sus amigos de Betania y Betfagé.

 

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