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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 173

EL LUNES EN JERUSALÉN

 

2. EL DESAFÍO A LA AUTORIDAD DEL MAESTRO

1891:2  173:2.1 El domingo, la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén intimidó tanto a los dirigentes judíos que se abstuvieron de arrestarlo. Hoy lunes, esta depuración espectacular del templo también retrasó eficazmente la captura del Maestro. Día tras día, los jefes de los judíos estaban más decididos a destruirlo, pero se sentían aturdidos por dos temores, que se conjugaban para demorar la hora de asestar el golpe. Los principales sacerdotes y los escribas eran reacios a arrestar a Jesús en público, por miedo a que la multitud se revolviera contra ellos con un furioso resentimiento; también temían la posibilidad de tener que llamar a los guardias romanos para sofocar una revuelta popular.
1891:3  173:2.2 En su sesión del mediodía, el sanedrín acordó por unanimidad, ya que ningún amigo del Maestro había asistido a esta reunión, que Jesús debía ser destruido rápidamente. Pero no pudieron ponerse de acuerdo en cuanto al momento y a la manera en que debía ser arrestado. Finalmente acordaron designar a cinco grupos para que salieran a mezclarse entre la gente, e intentaran enredarlo en sus enseñanzas o desacreditarlo de otras maneras a los ojos de los que escuchaban su instrucción. En consecuencia, a eso de las dos, cuando Jesús acababa de empezar su discurso sobre "La libertad de la filiación", un grupo de estos ancianos de Israel se abrió paso hasta llegar cerca de él, lo interrumpieron como de costumbre, y le hicieron esta pregunta: ¿"Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Quién te ha dado esa autoridad?"
1891:4  173:2.3 Los dirigentes del templo y los funcionarios del sanedrín judío tenían el perfecto derecho de hacer esta pregunta a cualquiera que se atreviera a enseñar y a actuar de la manera extraordinaria que había caracterizado a Jesús, especialmente en lo referente a su reciente conducta de eliminar todo comercio del templo. Todos estos mercaderes y cambistas operaban con una licencia otorgada directamente por los dirigentes más elevados, y se suponía que un porcentaje de sus ganancias iba directamente al tesoro del templo. No olvidéis que la autoridad era la contraseña de toda la sociedad judía. Los profetas siempre provocaban problemas porque tenían la audacia de atreverse a enseñar sin autoridad, sin haber sido debidamente instruidos en las academias rabínicas, ni haber recibido después la ordenación regular del sanedrín. La carencia de esta autoridad para enseñar con pretensión en público se consideraba como indicación de una arrogancia ignorante o de una rebelión abierta. En esta época, sólo el sanedrín podía ordenar a un anciano o a un instructor, y la ceremonia debía tener lugar en presencia de al menos tres personas que hubieran sido previamente ordenadas de la misma manera. Esta ordenación confería al educador el título de "rabino", y también lo calificaba para actuar como juez, "atando y desatando aquellas cuestiones que le fueran presentadas para que emitiera su fallo".
1892:1  173:2.4 Los dirigentes del templo se presentaron ante Jesús a esta hora de la tarde, desafiando no solamente su enseñanza sino sus actos. Jesús sabía muy bien que estos mismos hombres habían afirmado públicamente durante mucho tiempo que su autoridad para enseñar era satánica, y que todas sus obras poderosas habían sido realizadas por el poder del príncipe de los demonios. Por consiguiente, el Maestro empezó su respuesta a aquella pregunta haciéndoles otra pregunta. Jesús dijo: "Me gustaría también haceros una pregunta, y si me la contestáis, os diré igualmente con qué autoridad hago estas obras. ¿De dónde venía el bautismo de Juan? ¿Recibió Juan su autoridad del cielo o de los hombres?"
1892:2  173:2.5 Cuando sus interrogadores escucharon esto, se apartaron a un lado para consultarse entre ellos acerca de la respuesta que debían dar. Habían pensado desconcertar a Jesús delante de la multitud, pero ahora eran ellos los que se encontraban bastante confundidos ante todos los que estaban congregados en ese momento en el patio del templo. Y su desconcierto fue aun más evidente cuando regresaron ante Jesús, diciendo: "Respecto al bautismo de Juan, no podemos responder; no sabemos." Contestaron de esta manera al Maestro porque habían razonado entre ellos: Si decimos que viene del cielo, entonces Jesús dirá: `¿Por qué no creísteis en él?', y quizás añada que su autoridad la ha recibido de Juan. Y si decimos que viene de los hombres, entonces la multitud podría revolverse contra nosotros, porque la mayoría piensa que Juan era un profeta. Y así se vieron obligados a presentarse ante Jesús y la gente para confesar que ellos, los educadores y dirigentes religiosos de Israel, no podían (o no querían) expresar una opinión sobre la misión de Juan. Cuando terminaron de hablar, Jesús bajó la mirada hacia ellos, y dijo: "Yo tampoco os diré con qué autoridad hago estas cosas."

1892:3  173:2.6 Jesús nunca tuvo la intención de recurrir a Juan para respaldar su autoridad. El sanedrín nunca había ordenado a Juan. La autoridad de Jesús residía en él mismo y en la supremacía eterna de su Padre.
1892:4  173:2.7 Al emplear esta manera de comportarse con sus adversarios, Jesús no pretendía eludir la pregunta. A primera vista podría parecer que era culpable de responder con una evasiva magistral, pero no era así. Jesús nunca estaba dispuesto a aprovecharse injustamente de nadie, ni siquiera de sus enemigos. Con esta aparente evasiva, en realidad proporcionó a todos sus oyentes la respuesta a la pregunta de los fariseos sobre la autoridad que había detrás de su misión. Ellos habían afirmado que él actuaba con la autoridad del príncipe de los demonios. Jesús había repetido muchas veces que todas sus enseñanzas y obras las realizaba con el poder y la autoridad de su Padre que está en los cielos. Los dirigentes judíos se negaban a aceptar esto, y trataban de acorralarlo para que admitiera que era un educador irregular, puesto que nunca había sido autorizado por el sanedrín. Al contestarles como lo hizo, sin pretender que su autoridad viniera de Juan, satisfizo también a la gente con la conclusión de que el esfuerzo de sus enemigos por hacerlo caer en una trampa, recayó eficazmente sobre ellos y los desacreditó considerablemente a los ojos de todos los presentes.
1892:5  173:2.8 Este talento que tenía el Maestro para tratar a sus adversarios era lo que tanto les asustaba de él. Aquel día ya no intentaron hacer más preguntas, y se retiraron para consultarse de nuevo entre ellos. Pero la gente no tardó en discernir la falta de honradez y de sinceridad que había en estas preguntas realizadas por los dirigentes judíos. Incluso la gente común no podía dejar de diferenciar entre la majestad moral del Maestro y la hipocresía insidiosa de sus enemigos. Pero la depuración del templo había llevado a los saduceos a unirse con los fariseos para perfeccionar los planes destinados a destruir a Jesús. Y los saduceos representaban ahora la mayoría del sanedrín.

 

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