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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 173

EL LUNES EN JERUSALÉN

 

3. LA PARÁBOLA DE Los DOS HIJOS

1893:1  173:3.1 Mientras los capciosos fariseos permanecían allí en silencio delante de Jesús, éste bajó la mirada hacia ellos y dijo: "Puesto que dudáis de la misión de Juan y sois hostiles a la enseñanza y a las obras del Hijo del Hombre, prestad oído a la parábola que os voy a contar: Un gran terrateniente respetado tenía dos hijos, y como deseaba la ayuda de sus hijos para administrar sus grandes posesiones, fue a ver a uno de ellos, diciendo: `Hijo, ve hoy a trabajar a mi viñedo.' Este hijo irreflexivo le contestó a su padre: `No voy a ir', pero luego se arrepintió, y fue. Cuando encontró a su hijo mayor, le dijo igualmente: `Hijo, ve a trabajar a mi viñedo.' Y este hijo hipócrita e infiel le contestó: `Sí, padre mío, voy a ir.' Pero cuando su padre se marchó, no fue. Permitidme que os pregunte, ¿cuál de estos hijos hizo realmente la voluntad de su padre?"
1893:2  173:3.2 Y la gente respondió al unísono, diciendo: "El primer hijo." Entonces Jesús dijo: "Así es; y ahora os afirmo que los publicanos y las prostitutas, aunque parezcan rechazar la llamada al arrepentimiento, verán el error de su estilo de vida y entrarán en el reino de Dios antes que vosotros, que hacéis grandes ostentaciones de servir al Padre que está en los cielos, mientras os negáis a hacer las obras del Padre. No habéis sido vosotros, los fariseos y los escribas, los que habéis creído en Juan, sino más bien los publicanos y los pecadores; tampoco creéis en mi enseñanza, pero la gente corriente escucha mis palabras con mucho gusto."
1893:3  173:3.3 Jesús no despreciaba personalmente a los fariseos y a los saduceos. Lo que trataba de desacreditar era sus sistemas de enseñanza y de prácticas. No sentía hostilidad hacia nadie, pero aquí se estaba produciendo la colisión inevitable entre una religión del espíritu nueva y viviente, y la antigua religión de las ceremonias, la tradición y la autoridad.
1893:4  173:3.4 Los doce apóstoles permanecieron todo este tiempo cerca del Maestro, pero no participaron en absoluto en estas transacciones. Cada uno de los doce reaccionaba según su propia manera particular ante los acontecimientos de estos últimos días del ministerio de Jesús en la carne, y cada uno obedecía igualmente el mandato del Maestro de que se abstuvieran de enseñar y de predicar en público durante esta semana de la Pascua.

 

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