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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 174

EL MARTES POR LA MAÑANA EN EL TEMPLO

 

3. Los SADUCEOS Y LA RESURRECCIÓN

1900:1  174:3.1 Antes de que Jesús pudiera empezar su enseñanza, otro grupo se adelantó para hacerle preguntas, en esta ocasión un grupo de saduceos eruditos y astutos. Su portavoz se acercó y le dijo: "Maestro, Moisés dijo que si un hombre casado moría sin dejar hijos, su hermano se casaría con la mujer y engendraría una descendencia a su hermano muerto. Pues bien, se ha producido un caso en el que un hombre que tenía seis hermanos murió sin hijos; el hermano siguiente se casó con su mujer, pero también murió pronto sin dejar hijos. El segundo hermano tomó asímismo a la mujer, pero también murió sin dejar descendencia. Y así sucesivamente hasta que los seis hermanos se casaron con ella, y los seis murieron sin dejar hijos. Luego, la mujer murió después de todos ellos. Pues bien, lo que quisiéramos preguntarte es lo siguiente: Cuando llegue la resurrección, ¿de quién será la esposa, puesto que los siete hermanos se casaron con ella?"
1900:2  174:3.2 Jesús sabía, y la gente también, que estos saduceos no eran sinceros al hacer esta pregunta, porque no era probable que un caso así se produjera realmente; además, esta costumbre de que los hermanos de un muerto trataran de engendrarle hijos, era prácticamente letra muerta entre los judíos de esta época. Sin embargo, Jesús condescendió a contestar a su pregunta maliciosa. Dijo: "Todos os equivocáis al hacer este tipo de preguntas, porque no conocéis ni las Escrituras ni el poder viviente de Dios. Sabéis que los hijos de este mundo pueden casarse y ser dados en matrimonio, pero no parecéis comprender que aquellos que son considerados dignos de alcanzar los mundos venideros, mediante la resurrección de los justos, no se casan ni son dados en matrimonio. Los que experimentan la resurrección de entre los muertos se parecen más a los ángeles del cielo, y no mueren nunca. Esos resucitados son eternamente los hijos de Dios; son los hijos de la luz resucitados para el progreso de la vida eterna. Incluso vuestro padre Moisés comprendió esto porque, en conexión con sus experiencias junto a la zarza ardiente, oyó decir al Padre: `Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.' Y así, junto con Moisés, declaro que mi Padre no es el Dios de los muertos, sino de los vivos. En él todos vivís, os reproducís y poseéis vuestra existencia mortal."
1900:3  174:3.3 Cuando Jesús hubo terminado de contestar estas preguntas, los saduceos se retiraron, y algunos fariseos se olvidaron tanto de sí mismos que exclamaron: "Es verdad, es verdad, Maestro, has contestado bien a esos saduceos incrédulos." Los saduceos no se atrevieron a hacerle más preguntas, y la gente común se maravilló de la sabiduría de su enseñanza.

1900:4  174:3.4 En su choque con los saduceos, Jesús sólo recurrió a Moisés porque esta secta político-religiosa únicamente reconocía la validez de los llamados cinco libros de Moisés; no aceptaban que las enseñanzas de los profetas sirvieran de base para los dogmas doctrinales. En su respuesta, el Maestro afirmó positivamente el hecho de la supervivencia de las criaturas mortales mediante la técnica de la resurrección, pero no aprobó en ningún sentido las creencias fariseas en la resurrección del cuerpo humano físico. El punto que Jesús deseaba recalcar era que el Padre había dicho: `Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob', y no yo era su Dios.
1900:5  174:3.5 Los saduceos habían querido someter a Jesús a la influencia debilitante del ridículo, sabiendo muy bien que toda persecución en público crearía sin duda una mayor simpatía hacia él en la mente de la multitud.

 

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