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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 176

EL MARTES POR LA NOCHE EN EL MONTE DE Los OLIVOS

 

1. LA DESTRUCCIÓN DE JERUSALÉN

1912:3  176:1.1 En respuesta a la pregunta de Natanael, Jesús dijo: "Sí, voy a hablaros de la época en que este pueblo habrá llenado la copa de su iniquidad, cuando la justicia caerá rápidamente sobre esta ciudad de nuestros padres. Estoy a punto de dejaros; voy hacia el Padre. Después de que me haya ido, tened cuidado de que nadie os engañe, porque muchos vendrán como liberadores y conducirán a mucha gente por el camino equivocado. Cuando escuchéis hablar de guerras y de rumores de guerras, no os preocupéis, porque aunque todas esas cosas sucederán, el fin de Jerusalén aún no está cerca. No os inquietéis por la hambruna o los terremotos; tampoco debéis preocuparos cuando seáis entregados a las autoridades civiles y seáis perseguidos a causa del evangelio. Seréis expulsados de la sinagoga e iréis a la cárcel por mi causa, y algunos de vosotros seréis ejecutados. Cuando seáis llevados ante los gobernadores y los dirigentes, será para dar testimonio de vuestra fe y para mostrar vuestra firmeza en el evangelio del reino. Cuando estéis en presencia de los jueces, no os inquietéis de antemano por lo que vais a decir, porque el espíritu os enseñará en esa misma hora lo que deberéis contestar a vuestros adversarios. En esos días de dolor, incluso vuestros propios parientes, bajo la dirección de los que han rechazado al Hijo del Hombre, os entregarán a la cárcel y a la muerte. Durante un tiempo, puede ser que todos los hombres os odien por mi causa, pero incluso durante esas persecuciones, no os abandonaré; mi espíritu no os dejará. ¡Tened paciencia! No dudéis de que este evangelio del reino triunfará sobre todos sus enemigos, y será proclamado finalmente a todas las naciones."
1913:1  176:1.2 Jesús hizo una pausa mientras contemplaba la ciudad. El Maestro se daba cuenta de que el rechazo del concepto espiritual del Mesías, la determinación de aferrarse de manera ciega y perseverante a la misión material del libertador esperado, pronto llevaría a los judíos a un conflicto directo con los poderosos ejércitos romanos, y que esa lucha sólo podía terminar en la destrucción final y completa de la nación judía. Cuando el pueblo de Jesús rechazó su donación espiritual y se negó a recibir la luz del cielo que brillaba de manera tan misericordiosa sobre ellos, sellaron así su perdición como pueblo independiente con una misión espiritual especial en la tierra. Los mismos dirigentes judíos reconocieron posteriormente que esta idea laica del Mesías fue la que condujo directamente al alboroto que provocó finalmente su destrucción.
1913:2  176:1.3 Puesto que Jerusalén iba a ser la cuna del movimiento evangélico primitivo, Jesús no quería que sus instructores y predicadores perecieran en la terrible derrota del pueblo judío, asociada a la destrucción de Jerusalén; por eso dio estas instrucciones a sus seguidores. A Jesús le preocupaba mucho que algunos de sus discípulos se implicaran en estas revueltas venideras, y perecieran así en la caída de Jerusalén.
1913:3  176:1.4 Andrés preguntó entonces: "Pero, Maestro, si la ciudad santa y el templo van a ser destruidos, y si tú no estás aquí para dirigirnos, ¿cuándo deberemos abandonar Jerusalén?" Jesús dijo: "Podéis permanecer en la ciudad después de mi partida, e incluso durante esos tiempos de dolor y de crueles persecuciones, pero cuando veáis finalmente que Jerusalén está siendo rodeada por los ejércitos romanos, después de la revuelta de los falsos profetas, entonces sabréis que su desolación está próxima; entonces deberéis huir a las montañas. Que nadie que esté en la ciudad y en sus alrededores se detenga para salvar nada, y que los que están fuera no se atrevan a entrar. Habrá una gran tribulación, porque serán los días de la venganza de los gentiles. Después de que hayáis abandonado la ciudad, este pueblo desobediente caerá derribado por el filo de la espada y será llevado cautivo por todas las naciones; Jerusalén será así pisoteada por los gentiles. Mientras tanto, os lo advierto, no os dejéis engañar. Si alguien viene hasta vosotros diciendo: `Mirad, aquí está el Libertador', o `Mirad, está allí', no le creáis, porque surgirán muchos falsos educadores y descarriarán a mucha gente; pero vosotros no deberíais dejaros engañar, porque os he dicho todo esto por anticipado."
1913:4  176:1.5 Los apóstoles permanecieron mucho tiempo sentados en silencio a la luz de la luna, mientras estas sorprendentes predicciones del Maestro se grababan en sus mentes confusas. Y fue en conformidad con esta advertencia como prácticamente todo el grupo de creyentes y discípulos huyó de Jerusalén en cuanto aparecieron las tropas romanas, encontrando un refugio seguro al norte de Pella.
1913:5  176:1.6 Incluso después de esta advertencia explícita, muchos seguidores de Jesús interpretaron estas predicciones como alusivas a los cambios que ocurrirían evidentemente en Jerusalén, cuando a la reaparición del Mesías le siguiera el establecimiento de la Nueva Jerusalén y la ampliación de la ciudad para que se convirtiera en la capital del mundo. En su mente, estos judíos estaban decididos a relacionar la destrucción del templo con el "fin del mundo". Creían que esta Nueva Jerusalén ocuparía toda Palestina; que después del fin del mundo vendría la aparición inmediata de los "nuevos cielos y de la nueva tierra". Por eso no es extraño que Pedro dijera: "Maestro, sabemos que todas las cosas se desvanecerán cuando aparezcan los nuevos cielos y la nueva tierra, pero, ¿cómo sabremos cuándo regresarás para efectuar todo esto?"
1914:1  176:1.7 Cuando Jesús escuchó esto, se quedó pensativo durante unos momentos y luego dijo: "Os equivocáis contínuamente porque siempre tratáis de conectar la nueva enseñanza con la antigua; estáis decididos a tergiversar toda mi enseñanza; insistís en interpretar el evangelio de acuerdo con vuestras creencias establecidas. Sin embargo, trataré de iluminaros."

 

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