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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 185

EL JUICIO ANTE PILATOS

 

2. JESÚS COMPARECE ANTE PILATOS

1989:4  185:2.1 Cuando Jesús y sus acusadores se hubieron congregado delante de la sala de juicios de Pilatos, el gobernador romano salió y se dirigió a la compañía reunida, preguntando: "¿Qué acusación traéis contra este hombre?" Los saduceos y los consejeros, que habían hecho suyo el deshacerse de Jesús, habían decidido presentarse ante Pilatos para pedirle la confirmación de la sentencia de muerte pronunciada contra él, sin ofrecer ninguna acusación definida. Por esta razón, el portavoz del tribunal de los sanedristas le contestó a Pilatos: "Si este hombre no fuera un malhechor, no te lo habríamos entregado."
1989:5  185:2.2 Cuando Pilatos observó que eran reacios a exponer sus acusaciones contra Jesús, aunque sabía que habían pasado toda la noche deliberando sobre su culpabilidad, les contestó: "Puesto que no estáis de acuerdo en unas acusaciones determinadas, ¿por qué no os lleváis a este hombre y lo juzgáis según vuestras propias leyes?"
1989:6  185:2.3 Entonces, el actuario del tribunal del sanedrín le dijo a Pilatos: "No nos está permitido ejecutar a nadie, y este perturbador de nuestra nación merece morir por las cosas que ha dicho y hecho. Por eso hemos venido ante ti para que confirmes esta sentencia."
1989:7  185:2.4 Presentarse ante el gobernador romano con este intento de evasión revela la inquina y el malhumor de los sanedristas hacia Jesús, así como su falta de respeto por la equidad, el honor y la dignidad de Pilatos. ¡Qué desfachatez la de estos ciudadanos sometidos, los cuales comparecían ante su gobernador provincial para pedirle un decreto de ejecución contra un hombre antes de concederle un juicio justo, e incluso sin presentar unas acusaciones criminales definidas contra él!
1990:1  185:2.5 Pilatos conocía algunas cosas del trabajo de Jesús entre los judíos, y supuso que las acusaciones que se podían presentar contra él estarían relacionadas con infracciones a las leyes eclesiásticas judías; por esta razón, trató de remitir el caso al propio tribunal judío. Además, Pilatos se deleitó en hacerles confesar públicamente que no tenían poder para pronunciar y ejecutar una sentencia de muerte, ni siquiera contra un miembro de su propia raza, al cual habían llegado a despreciar con un odio lleno de amargura y de envidia.

1990:2  185:2.6 Unas horas antes, poco antes de la medianoche y después de haber concedido el permiso de emplear los soldados romanos para detener en secreto a Jesús, Pilatos había escuchado más cosas sobre Jesús y sus enseñanzas de labios de su mujer, Claudia, que se había convertido parcialmente al judaísmo, y que más tarde creyó plenamente en el evangelio de Jesús.

1990:3  185:2.7 A Pilatos le hubiera gustado posponer esta audiencia, pero vio que los dirigentes judíos estaban decididos a continuar con el caso. Sabía que esta mañana no era solamente la de la preparación de la Pascua, sino que como era viernes, también era el día de la preparación para el sábado judío de descanso y de culto.
1990:4  185:2.8 Como Pilatos era extremadamente sensible a la manera irrespetuosa en que estos judíos lo trataban, no estaba dispuesto a satisfacer sus exigencias de sentenciar a muerte a Jesús sin un juicio. Por consiguiente, después de esperar unos momentos para que presentaran sus acusaciones contra el detenido, se volvió hacia ellos y dijo: "No condenaré a muerte a este hombre sin un juicio; y tampoco consentiré en interrogarlo hasta que hayáis presentado por escrito vuestras acusaciones contra él."
1990:5  185:2.9 Cuando el sumo sacerdote y los demás escucharon a Pilatos decir esto, hicieron una señal al actuario del tribunal, el cual entregó entonces a Pilatos las acusaciones escritas contra Jesús. Estas acusaciones eran:

1990:6  185:2.10 "El tribunal sanedrista estima que este hombre es un malhechor y un perturbador de nuestra nación, porque es culpable de:

"1. Pervertir a nuestra nación e incitar a nuestro pueblo a la rebelión.
"2. Prohibir al pueblo que pague el tributo al césar. "3. Llamarse a sí mismo rey de los judíos y enseñar la fundación de un nuevo reino."

1990:10  185:2.11 Jesús no había sido juzgado de manera regular ni declarado legalmente culpable de ninguna de estas acusaciones. Ni siquiera las escuchó cuando fueron expresadas por primera vez, pero Pilatos lo hizo traer del pretorio, donde estaba a cargo de los guardias, e insistió para que estas acusaciones fueran repetidas delante de Jesús.
1990:11  185:2.12 Cuando Jesús escuchó estas acusaciones, sabía muy bien que no había sido interrogado sobre estas cuestiones ante el tribunal judío, y también lo sabían Juan Zebedeo y sus acusadores, pero no respondió nada a estos falsos cargos. Incluso cuando Pilatos le rogó que respondiera a sus acusadores, no abrió la boca. Pilatos se quedó tan sorprendido por la injusticia de todo el procedimiento y tan impresionado por el comportamiento silencioso y magistral de Jesús, que decidió llevar al preso al interior de la sala e interrogarlo en privado.
1990:12  185:3.13 Pilatos tenía la mente confusa, miedo a los judíos en su fuero interno, y su espíritu poderosamente agitado por el espectáculo que ofrecía Jesús, el cual permanecía majestuosamente allí de pie delante de sus acusadores sedientos de sangre, contemplándolos no con un desprecio silencioso, sino con una expresión de verdadera piedad y de afecto entristecido.

 

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