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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 185

EL JUICIO ANTE PILATOS

 

4. JESÚS ANTE HERODES

1992:3  185:4.1 Cuando Herodes Antipas se quedaba en Jerusalén, residía en el viejo palacio macabeo de Herodes el Grande, y Jesús fue llevado ahora por los guardias del templo a esta residencia del anterior rey, seguido por sus acusadores y una multitud en aumento. Herodes había oído hablar de Jesús desde hacía tiempo, y tenía mucha curiosidad por conocerlo. Cuando el Hijo del Hombre estuvo ante él este viernes por la mañana, el malvado idumeo no recordó en ningún momento al muchacho de años atrás que se había presentado ante él en Séforis para rogarle una decisión justa sobre el dinero que le debían a su padre, el cual había muerto accidentalmente mientras trabajaba en uno de los edificios públicos. Que Herodes supiera, nunca había visto a Jesús, aunque se había inquietado mucho a causa de él cuando la actividad del Maestro estaba centrada en Galilea. Ahora que Jesús estaba bajo la custodia de Pilatos y de los judeos, Herodes ansiaba verlo, pues se sentía protegido contra cualquier problema que Jesús pudiera causar en el futuro. Herodes había oído hablar mucho de los milagros que Jesús había hecho, y esperaba realmente verle realizar algún prodigio.
1992:4  185:4.2 Cuando llevaron a Jesús ante Herodes, el tetrarca se quedó sorprendido de su apariencia majestuosa y de la serenidad de su semblante. Herodes le hizo preguntas a Jesús durante unos quince minutos, pero el Maestro no quiso responder. Herodes lo provocó y lo desafió a que realizara un milagro, pero Jesús no quiso contestar a sus numerosas preguntas ni responder a sus insultos.
1992:5  185:4.3 Herodes se volvió entonces hacia los jefes de los sacerdotes y los saduceos, prestó oído a sus acusaciones, y escuchó todo lo que Pilatos había oído y más aún acerca de las supuestas maldades del Hijo del Hombre. Finalmente, convencido de que Jesús no hablaría ni realizaría un prodigio para él, Herodes, después de burlarse de él durante un rato, le colocó un viejo manto de púrpura real y lo envió de vuelta a Pilatos. Herodes sabía que no tenía ninguna jurisdicción sobre Jesús en Judea. Aunque le alegraba creer que por fin se iba a desembarazar de Jesús en Galilea, estaba agradecido de que fuera Pilatos quien tenía la responsabilidad de quitarle la vida. Herodes nunca se había recuperado por completo del miedo que padecía por haber ejecutado a Juan el Bautista. En algunos momentos, Herodes había temido incluso que Jesús fuera Juan resucitado de entre los muertos. Ahora se había librado de este temor, puesto que observó que Jesús era un tipo de persona muy diferente al directo y fogoso profeta que se había atrevido a sacar a la luz y denunciar su vida privada.

 

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