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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 185

EL JUICIO ANTE PILATOS

 

6. EL ÚLTIMO LLAMAMIENTO DE PILATOS

1994:8  185:6.1 Sólo los enemigos de Jesús participan en todo lo que está sucediendo este viernes por la mañana temprano ante Pilatos. Sus numerosos amigos o bien ignoran todavía su arresto nocturno y su juicio a primeras horas de la mañana, o están escondidos por temor a ser capturados también y condenados a muerte porque creen en las enseñanzas de Jesús. En la multitud que ahora vocifera pidiendo la muerte del Maestro sólo se encuentran sus enemigos declarados y la plebe irreflexiva fácilmente gobernable.
1995:1  185:6.2 Pilatos quería hacer un último llamamiento a la piedad de la gente. Como tenía miedo de desafiar el clamor de este gentío descarriado que gritaba para conseguir la sangre de Jesús, ordenó a los guardias judíos y a los soldados romanos que cogieran a Jesús y lo azotaran. Este modo de proceder era en sí mismo injusto e ilegal, ya que la ley romana estipulaba que únicamente los condenados a morir por crucifixión fueran sometidos así a la flagelación. Los guardias llevaron a Jesús al patio abierto del pretorio para este suplicio. Aunque sus enemigos no presenciaron esta flagelación, Pilatos sí lo hizo, y antes de que terminaran este abuso perverso, ordenó a los azotadores que se detuvieran e indicó que Jesús fuera llevado ante él. Antes de que los azotadores ataran a Jesús al poste de flagelación y lo golpearan con sus látigos de nudos, le pusieron de nuevo el manto de púrpura, trenzaron una corona de espinas y se la colocaron en la frente. Después de poner una caña en su mano simulando un cetro, se arrodillaron delante de él y se burlaron de él, diciendo: "¡Salud, rey de los judíos!" Luego le escupieron y lo abofetearon. Antes de devolverlo a Pilatos, uno de ellos le quitó la caña de la mano y lo golpeó con ella en la cabeza.
1995:2  185:6.3 Entonces, Pilatos condujo fuera a este preso sangrante y lacerado, y lo presentó a la variopinta multitud, diciendo: "¡He aquí al hombre! Os declaro de nuevo que no encuentro ningún delito en él, y después de haberlo azotado, quisiera liberarlo."
1995:3  185:6.4 Jesús de Nazaret estaba allí, vestido con un viejo manto de púrpura real, con una corona de espinas que le hería su bondadosa frente. Su rostro estaba manchado de sangre y su cuerpo encorvado de sufrimiento y de pena. Pero nada puede conmover el corazón insensible de aquellos que son víctimas de un intenso odio emocional y esclavos de los prejuicios religiosos. Este espectáculo produjo un poderoso estremecimiento en los reinos de un inmenso universo, pero no enterneció el corazón de los que habían decidido llevar a cabo la destrucción de Jesús.
1995:4  185:6.5 Cuando se hubieron recobrado del primer impacto al ver el estado lastimoso del Maestro, sólo gritaron más fuerte y durante más tiempo: "¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!"
1995:5  185:6.6 Pilatos comprendió ahora que era inútil apelar a sus supuestos sentimientos de piedad. Se adelantó y dijo: "Percibo que estáis decididos a que este hombre muera, ¿pero qué ha hecho para merecer la muerte? ¿Quién quiere declarar su crimen?"
1995:6  185:6.7 Entonces el sumo sacerdote en persona se adelantó, subió hasta Pilatos, y declaró con irritación: "Tenemos una ley sagrada, y según esa ley este hombre debe morir porque se ha llamado a sí mismo Hijo de Dios." Cuando Pilatos escuchó esto, tuvo aún más miedo, no solamente de los judíos, sino que al recordar la nota de su mujer y la mitología griega en la que los dioses descendían a la tierra, se puso a temblar ante la idea de que Jesús pudiera ser un personaje divino. Hizo señas a la multitud para que se calmara, mientras cogía a Jesús por el brazo y lo conducía de nuevo al interior del edificio para poder interrogarlo otra vez. Pilatos estaba ahora confuso por el miedo, desconcertado por la superstición y abrumado por la actitud testaruda de la muchedumbre.

 

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