ÍNDICEEl libro de Urantia Edición1999
ESCRITO 185 EL JUICIO ANTE PILATOS
7. LA ÚLTIMA ENTREVISTA CON PILATOS
1995:7 185:7.1 Cuando Pilatos, temblando con una temerosa emoción, se sentó al lado de Jesús, le preguntó: "¿De dónde vienes? ¿Quién eres realmente? ¿Qué es eso que dicen de que eres el Hijo de Dios?"
1996:1 185:7.2 Pero Jesús difícilmente podía contestar estas preguntas cuando eran efectuadas por un juez débil, vacilante, que temía a los hombres, y que era tan injusto como para hacerlo azotar incluso después de haberlo declarado inocente de todo delito, y antes de haber sido debidamente condenado a muerte. Jesús miró a Pilatos directamente a la cara, pero no le contestó. Entonces dijo Pilatos: "¿Te niegas a hablarme? ¿No te das cuenta de que aún tengo el poder de liberarte o de crucificarte?" Entonces Jesús le dijo: "No podrías tener ningún poder sobre mí si no fuera consentido desde arriba. No podrías ejercer ninguna autoridad sobre el Hijo del Hombre a menos que lo permita el Padre que está en los cielos. Pero no eres tan culpable puesto que ignoras el evangelio. El que me ha traicionado y el que me ha entregado a ti son los que tienen el mayor pecado."
1996:2 185:7.3 Esta última conversación con Jesús aterrorizó completamente a Pilatos. Este hombre moralmente cobarde, este juez débil, tenía que luchar ahora contra el doble peso del temor supersticioso a Jesús y del miedo mortal a los dirigentes judíos.
1996:3 185:7.4 Pilatos apareció de nuevo ante el gentío, diciendo: "Estoy seguro de que este hombre sólo es un delincuente religioso. Deberíais cogerlo y juzgarlo según vuestra ley. ¿Por qué esperáis que yo acceda a que muera porque se ha opuesto a vuestras tradiciones?"
1996:4 185:7.5 Pilatos estaba casi dispuesto a soltar a Jesús cuando Caifás, el sumo sacerdote, se acercó al cobarde juez romano, agitó un dedo vengativo delante de la cara de Pilatos, y dijo estas palabras irritadas que toda la multitud pudo escuchar: "Si sueltas a este hombre, no eres amigo del césar, y procuraré que el emperador se entere de todo." Esta amenaza pública fue demasiado para Pilatos. El temor por sus bienes personales eclipsó ahora cualquier otra consideración, y el cobarde gobernador ordenó que Jesús fuera traído ante el tribunal. Cuando el Maestro estuvo allí delante de ellos, Pilatos lo señaló con el dedo y dijo en tono burlón: "Aquí está vuestro rey." Y los judíos respondieron: "¡Acaba con él! ¡Crucifícalo!" Entonces dijo Pilatos, con mucha ironía y sarcasmo: "¿Voy a crucificar a vuestro rey?" Y los judíos respondieron: "Sí, ¡crucifícalo! No tenemos más rey que al césar." Entonces Pilatos se dio cuenta de que no había ninguna esperanza de salvar a Jesús, puesto que no estaba dispuesto a desafiar a los judíos.