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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 187

LA CRUCIFIXIÓN

 

2. LA CRUCIFIXIÓN

2006:5  187:2.1 Los soldados ataron primero los brazos del Maestro al travesaño con unas cuerdas, y luego clavaron sus manos a la madera. Después de haber izado este travesaño en el poste, y de haberlo clavado firmemente en el brazo vertical de la cruz, ataron y clavaron los pies de Jesús a la madera, utilizando un largo clavo para atravesar los dos pies. El poste vertical tenía un gran taco, colocado a la altura adecuada, que servía como una especie de sillín para sostener el peso del cuerpo. La cruz no era alta, y los pies del Maestro se encontraban aproximadamente a sólo un metro del suelo. Por eso podía escuchar todo lo que se decía de él con irrisión, y podía ver claramente la expresión de los rostros de todos los que se mofaban de él con tanta desconsideración. Los que estaban presentes también podían escuchar fácilmente todo lo que Jesús dijo durante estas horas de tortura prolongada y de muerte lenta.
2007:1  187:2.2 Se tenía la costumbre de quitarle toda la ropa a los que iban a ser crucificados, pero como los judíos ponían grandes objeciones a que se expusiera públicamente el cuerpo humano desnudo, los romanos siempre proporcionaban un taparrabos adecuado a todas las personas que se crucificaban en Jerusalén. En consecuencia, después de haberle quitado la ropa a Jesús, lo vistieron de esta manera antes de colocarlo en la cruz.
2007:2  187:2.3 Se recurría a la crucifixión para infligir un castigo cruel y prolongado, pues la víctima a veces tardaba varios días en morir. Había en Jerusalén una importante oposición a la crucifixión, y existía una asociación de mujeres judías que siempre enviaba a una representante a las crucifixiones, con el fin de ofrecerle a la víctima un vino mezclado con drogas para disminuir sus sufrimientos. Pero cuando Jesús probó este vino narcotizado, a pesar de la sed que tenía, se negó a beberlo. El Maestro escogió conservar su conciencia humana hasta el instante final. Deseaba enfrentarse a la muerte, incluso de esta manera cruel e inhumana, y vencerla sometiéndose voluntariamente a la plena experiencia humana.
2007:3  187:2.4 Antes de que Jesús fuera colocado en su cruz, los dos bandidos ya habían sido situados en las suyas, maldiciendo y escupiendo contínuamente a sus verdugos. Las únicas palabras de Jesús mientras lo clavaban en el travesaño fueron: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen." No podría haber intercedido con tanto amor y misericordia a favor de sus verdugos, si estos pensamientos de devoción afectuosa no hubieran sido el móvil principal de toda su vida de servicio desinteresado. Las ideas, los móviles y los anhelos de toda una vida se revelan abiertamente en una crisis.
2007:4  187:2.5 Después de que el Maestro fuera izado en la cruz, el capitán clavó el letrero por encima de su cabeza, y se podía leer en tres idiomas: "Jesús de Nazaret —el rey de los Judíos". Los judíos estaban furiosos por este supuesto insulto. Pero los modales irrespetuosos de los judíos habían enfadado a Pilatos; sentía que había sido intimidado y humillado, y adoptó este método para obtener una mezquina venganza. Podría haber escrito: "Jesús, un rebelde". Pero sabía muy bien que estos judíos de Jerusalén detestaban el nombre mismo de Nazaret, y estaba decidido a humillarlos de esta manera. Sabía que también se sentirían heridos en lo más vivo al ver que este galileo ejecutado era llamado "el rey de los judíos".
2007:5  187:2.6 Muchos dirigentes judíos, cuando se enteraron de cómo Pilatos había intentado ridiculizarlos poniendo esta inscripción en la cruz de Jesús, se apresuraron a ir al Gólgota, pero no se atrevieron a quitar el letrero porque los soldados romanos estaban vigilando. Como no pudieron quitar el rótulo, estos dirigentes se mezclaron con la multitud e hicieron todo lo posible por incitarla a la burla y a la irrisión, a fin de que nadie se tomara en serio la inscripción.
2007:6  187:2.7 El apóstol Juan, con María la madre de Jesús, Rut y Judá, llegaron a la escena poco después de que Jesús hubiera sido izado a su posición en la cruz, y justo cuando el capitán estaba clavando el letrero por encima de la cabeza del Maestro. Juan fue el único de los once apóstoles que presenció la crucifixión, e incluso él no estuvo presente todo el tiempo, puesto que corrió a Jerusalén para traer a su madre y a las amigas de ésta poco después de haber llevado al Gólgota a la madre de Jesús.
2007:7  187:2.8 Cuando Jesús vio a su madre, junto con Juan, su hermano y su hermana, sonrió pero no dijo nada. Mientras tanto, los cuatro soldados asignados a la crucifixión del Maestro se habían repartido, como era costumbre, sus vestidos entre ellos; uno había cogido las sandalias, otro el turbante, otro el cinturón y el cuarto el manto. Sólo quedaba la túnica, el vestido sin costuras que llegaba hasta cerca de las rodillas, que iba a ser cortada en cuatro pedazos, pero cuando los soldados vieron que se trataba de una prenda tan insólita, decidieron echarla a suertes. Jesús los miraba desde arriba mientras se repartían sus vestiduras y la multitud irreflexiva se burlaba de él.

2008:1  187:2.9 Fue una suerte que los soldados romanos se apropiaran de las ropas del Maestro. De lo contrario, si sus seguidores hubieran conseguido estas vestimentas, hubieran tenido la tentación de utilizar estas reliquias para adorarlas de manera supersticiosa. El Maestro deseaba que sus seguidores no tuvieran ningún objeto material que pudiera asociarse con su vida en la tierra. Quería dejar a la humanidad únicamente el recuerdo de una vida humana dedicada al alto ideal espiritual de estar consagrado a hacer la voluntad del Padre.

 

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