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El libro de Urantia
Edición1999

ESCRITO 187

LA CRUCIFIXIÓN

 

4. EL LADRÓN EN LA CRUZ

2008:8  187:4.1 Uno de los bandidos recriminó a Jesús diciendo: "Si eres el Hijo de Dios, ¿por qué no te salvas a ti mismo y nos salvas a nosotros?" Pero cuando terminó de increpar a Jesús, el otro ladrón, que había escuchado muchas veces la enseñanza del Maestro, dijo: "¿Es que ni siquiera temes a Dios? ¿No ves que sufrimos justamente por nuestras acciones, pero que este hombre sufre injustamente? Sería mejor que buscáramos el perdón de nuestros pecados y la salvación de nuestra alma." Cuando Jesús escuchó al ladrón decir esto, volvió la cara hacia él y le sonrió con aprobación. Al ver el rostro de Jesús vuelto hacia él, el malhechor reunió su valor, avivó la llama vacilante de su fe, y dijo: "Señor, acuérdate de mí cuando entres en tu reino." Entonces Jesús dijo: "En verdad, en verdad te digo hoy, algún día estarás conmigo en el Paraíso."
2009:1  187:4.2 En medio de los dolores de la muerte física, el Maestro tenía tiempo para escuchar la confesión de fe del bandido creyente. Cuando este ladrón intentó alcanzar la salvación, encontró la liberación. Muchas veces antes de este momento había sentido el impulso de creer en Jesús, pero sólo en estas últimas horas de conciencia se volvió de todo corazón hacia la enseñanza del Maestro. Cuando vio la manera en que Jesús afrontaba la muerte en la cruz, este ladrón ya no pudo resistir la convicción de que el Hijo del Hombre era en verdad el Hijo de Dios.

2009:2  187:4.3 Durante este episodio de la conversión del ladrón y de su recibimiento en el reino por parte de Jesús, el apóstol Juan estaba ausente, pues había ido a la ciudad para traer a su madre y a las amigas de ésta a la escena de la crucifixión. Lucas escuchó posteriormente esta anécdota de labios del capitán romano de la guardia, que se había convertido.
2009:3  187:4.4 El apóstol Juan habló de la crucifixión tal como recordaba el acontecimiento dos tercios de siglo después de haber ocurrido. Los otros escritos se basaron en el relato del centurión romano que estaba de servicio, el cual, a causa de lo que había visto y oído, creyó posteriormente en Jesús y entró plenamente en la hermandad del reino de los cielos en la tierra.

2009:4  187:4.5 Este joven, el bandido arrepentido, había sido inducido a una vida de violencia y de fechorías por aquellos que ensalzaban esta carrera de pillaje como una protesta patriótica eficaz contra la opresión política y la injusticia social. Este tipo de enseñanza, unido al deseo de aventuras, conducía a muchos jóvenes, por otra parte bien intencionados, a alistarse en estas arriesgadas expediciones de robo a mano armada. Este joven había considerado a Barrabás como un héroe. Ahora veía que se había equivocado. Aquí en la cruz, a su lado, veía a un hombre realmente grande, a un verdadero héroe. Éste era un héroe que inflamaba su fervor e inspiraba sus ideas más elevadas de dignidad moral y vivificaba todos sus ideales de coraje, de virilidad y de valentía. Al contemplar a Jesús, brotó en su corazón un sentimiento irresistible de amor, de lealtad y de auténtica grandeza.
2009:5  187:4.6 Si cualquier otra persona de la burlona multitud hubiera experimentado el nacimiento de la fe en su alma y hubiera apelado a la misericordia de Jesús, habría sido recibida con la misma consideración afectuosa que se había mostrado al bandido creyente.

2009:6  187:4.7 Poco después de que el ladrón arrepentido hubiera escuchado la promesa del Maestro de que algún día se encontrarían en el Paraíso, Juan regresó de la ciudad trayendo con él a su madre y a un grupo de casi doce mujeres creyentes. Juan ocupó su lugar al lado de María, la madre de Jesús, sosteniéndola. Su hijo Judá se encontraba al otro lado. Cuando Jesús contempló esta escena, ya era mediodía, y dijo a su madre: "Mujer, he aquí a tu hijo." Y hablándole a Juan, le dijo: "Hijo mío, he aquí a tu madre." Luego se dirigió a los dos, diciendo: "Deseo que os vayáis de este lugar." Y así, Juan y Judá alejaron a María del Gólgota. Juan llevó a la madre de Jesús al lugar donde él se alojaba en Jerusalén, y luego se apresuró en volver a la escena de la crucifixión. Después de la Pascua, María regresó a Betsaida, donde vivió en la casa de Juan durante el resto de su vida física. María no llegó a vivir más de un año después de la muerte de Jesús.
2010:1  187:4.8 Después de marcharse María, las otras mujeres se retiraron a corta distancia y permanecieron acompañando a Jesús hasta que éste expiró en la cruz. Y aún se hallaban allí cuando bajaron el cuerpo del Maestro para ser sepultado.

 

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