ÍNDICEEl libro de Urantia Edición1999
ESCRITO 192 LAS APARICIONES EN GALILEA
1. LA APARICIÓN CERCA DEL LAGO
2045:6 192:1.1 El viernes 21 de abril hacia las seis de la mañana, el Maestro morontial efectuó su decimotercera aparición, la primera en Galilea, a los diez apóstoles cuando acercaban su barca a la orilla, cerca del desembarcadero habitual de Betsaida.
2045:7 192:1.2 El jueves, después de que los apóstoles hubieron pasado la tarde y las primeras horas de la noche esperando en la casa de Zebedeo, Simón Pedro sugirió que fueran a pescar. Cuando Pedro propuso esta jornada de pesca, todos los apóstoles decidieron ir. Se afanaron toda la noche con las redes, pero no atraparon ningún pez. No se preocuparon mucho por no haber pescado nada, pues tenían muchas experiencias interesantes sobre las que hablar, todas las cosas que tan recientemente les habían sucedido en Jerusalén. Pero cuando llegó la luz del día, decidieron volver a Betsaida. Al acercarse a la orilla, vieron a alguien en la playa, cerca del desembarcadero, de pie al lado de un fuego. Al principio creyeron que se trataba de Juan Marcos, que había bajado a recibirlos cuando regresaban con la pesca, pero al acercarse más a la orilla vieron que se habían equivocado —el hombre era demasiado alto para ser Juan. A ninguno se le había ocurrido que la persona que estaba en la playa fuera el Maestro. No comprendían del todo por qué Jesús quería encontrarse con ellos entre los paisajes de sus primeras relaciones y al aire libre en contacto con la naturaleza, lejos del ambiente cerrado de Jerusalén, con sus trágicas asociaciones de miedo, de traición y de muerte. Les había dicho que, si iban a Galilea, se encontraría con ellos allí, y estaba a punto de cumplir esta promesa.
2046:1 192:1.3 Mientras echaban el ancla y se preparaban para subir al bote pequeño con el fin de desembarcar, el hombre que estaba en la playa les gritó: "Muchachos, ¿habéis pescado algo?" Cuando respondieron que no, el hombre dijo de nuevo: "Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis los peces." Aunque no sabían que era Jesús el que les había orientado, echaron la red al unísono tal como les había indicado, y se llenó inmediatamente de tal manera que casi no podían sacarla. Pero Juan Zebedeo era de percepción rápida, y cuando vio la red cargada hasta los topes, percibió que era el Maestro el que les había hablado. Cuando este pensamiento le vino a la mente, se inclinó hacia Pedro y le dijo en voz baja: "Es el Maestro." Pedro fue siempre un hombre de acción irreflexiva y de devoción impetuosa, de manera que, en cuanto Juan le susurró esto al oído, se levantó rápidamente y se arrojó al agua para poder llegar cuanto antes al lado del Maestro. Sus hermanos llegaron inmediatamente después de él, alcanzando la orilla en la barca pequeña y arrastrando la red de peces detrás de ellos.
2046:2 192:1.4 Mientras tanto, Juan Marcos se había levantado, y al ver que los apóstoles llegaban a la orilla con la red cargada hasta los topes, corrió por la playa abajo para saludarlos. Cuando vio a once hombres en lugar de diez, supuso que el desconocido era Jesús resucitado, y mientras los diez hombres asombrados permanecían allí en silencio, el joven se precipitó hacia el Maestro, se arrodilló a sus pies, y dijo: "Señor mío y Maestro mío." Entonces Jesús habló, no como lo había hecho en Jerusalén cuando los saludó diciendo "Que la paz sea con vosotros", sino que se dirigió a Juan Marcos en un tono familiar: "Bien, Juan, me alegro de verte de nuevo en la despreocupada Galilea, donde podremos tener una buena conversación. Quédate con nosotros, Juan, y desayuna."
2046:3 192:1.5 Mientras Jesús hablaba con el joven, los diez estaban tan asombrados y sorprendidos que se olvidaron de arrastrar la red de peces hasta la playa. Jesús dijo entonces: "Traed vuestros peces y preparad algunos para el desayuno. Ya tenemos el fuego y mucho pan."
2046:4 192:1.6 Mientras Juan Marcos rendía homenaje al Maestro, Pedro se sobresaltó por un momento a la vista de las brasas que resplandecían allí en la playa; la escena le recordó vivamente el fuego de carbón de leña a medianoche en el patio de Anás, donde había negado al Maestro. Pero se repuso, y arrodillándose a los pies del Maestro, exclamó: "¡Señor mío y Maestro mío!"
2046:5 192:1.7 Pedro se unió luego a sus compañeros que arrastraban la red. Cuando llevaron a tierra su captura, contaron los peces, y había 153 grandes. Y de nuevo se cometió el error de llamarle a esto otra pesca milagrosa. No hubo ningún milagro asociado a este episodio. El Maestro simplemente había ejercido su preconocimiento. Sabía que los peces estaban allí, y en consecuencia, indicó a los apóstoles dónde debían echar la red.
2047:1 192:1.8 Jesús les habló diciendo: "Ahora, venid todos a desayunar. Incluso los gemelos deberían sentarse mientras charlo con vosotros; Juan Marcos preparará los peces." Juan Marcos trajo siete peces de buen tamaño que el Maestro puso en el fuego, y cuando estuvieron asados, el muchacho los sirvió a los diez. Entonces, Jesús partió el pan y se lo entregó a Juan que, a su vez, lo sirvió a los hambrientos apóstoles. Cuando todos estuvieron servidos, Jesús le rogó a Juan Marcos que se sentara mientras él mismo servía el pescado y el pan al muchacho. Mientras comían, Jesús charló con ellos, recordando sus numerosas experiencias comunes en Galilea y al lado de este mismo lago.2047:2 192:1.9 Ésta era la tercera vez que Jesús se manifestaba a los apóstoles como grupo. Cuando Jesús se dirigió a ellos al principio preguntándoles si habían pescado, no sospecharon quien era porque para estos pescadores del Mar de Galilea era una experiencia corriente, cuando llegaban a la orilla, que los mercaderes de pescado de Tariquea los abordaran así, ya que habitualmente estaban dispuestos a comprar la pesca fresca para los establecimientos de desecación.
2047:3 192:1.10 Jesús conversó con los diez apóstoles y Juan Marcos durante más de una hora; luego se paseó de un lado a otro de la playa hablando con ellos de dos en dos —pero no eran las mismas parejas que al principio había enviado juntas a enseñar. Los once apóstoles habían venido juntos desde Jerusalén, pero a medida que se acercaban a Galilea, Simón Celotes se había desalentado cada vez más, de manera que cuando llegaron a Betsaida, dejó a sus hermanos y regresó a su casa.
2047:4 192:1.11 Antes de despedirse de ellos esta mañana, Jesús les encargó que dos apóstoles se ofrecieran voluntarios para ir a por Simón Celotes y lo trajeran de vuelta aquel mismo día. Y esto es lo que hicieron Pedro y Andrés.