EL
MATRIMONIO Y LA VIDA FAMILIAR
13.
EL AÑO DECIMONOVENO (AÑO 13 d. de J.C.)
Anotaciones bibliográficas de referencias selectas de El libro de Urantia
( Las
anotaciones fueron seleccionadas por Julia Fenderson)
Traducción elaborada por José manuel Rodríguez vargas,
Grupo CORDESAES
Bogotá de Colombia
enero 2001
Contenidos:
1. INTRODUCCIÓN
2. LA FAMILIA Y EL HOGAR
3. LA GUARDERÍA DEL PERIODO DE PRUEBA
4. Los IDEALES DE LA VIDA FAMILIAR
5. LA CAPACITACIÓN ADÁNICA DE Los SERES
ASCENDENTES
6. LA EVOLUCIÓN DEL MATRIMONIO
7. MATRIMONIO Y VIDA FAMILIAR
8. Los IDEALES DE LA VIDA FAMILIAR
9. Los PELIGROS DE LA AUTOGRATIFICACIÓN
10. Los ANGELES GUARDIANES
11. LA VIDA HOGAREÑA DE Los PRIMEROS AÑOS
12. EL AÑO DECIMOQUINTO
13. EL AÑO DECIMONOVENO
14. LA VIDA ADULTA DE JESÚS
13.
EL AÑO DECIMONOVENO (AÑO 13 d. de J.C.)
1401§1
127:4.1
Ya
para esta época, Jesús y María se llevaban mucho mejor. Ella le consideraba
menos como un hijo, más como un padre para los hijos de ella. La vida cotidiana
abundaba en dificultades inmediatas y prácticas. Hablaban con menos frecuencia
de la misión de Jesús en la vida, porque, según pasaba el tiempo, todos sus
pensamientos estaban dedicados mutuamente al sostén y crianza de su familia
de cuatro varones y tres mujeres.
1401§2
127:4.2
A
comienzos de este año, Jesús había acabado por convencer a su madre de las
ventajas de su propio método de educación de los niños la estimulación positiva
para que hicieran el bien en vez del método judío más antiguo de la prohibición
del mal. Tanto en su hogar como más tarde en su andadura pública, Jesús usó
invariablemente la formula de exhortación positiva. Siempre y en todas partes
solía decir: «Haréis
esto, debéis hacer aquello». Nunca empleó el método negativo de enseñar derivado de los antiguos tabúes.
Evitaba acentuar el mal mediante su prohibición; exaltaba la importancia del
bien mandando su ejecución. La hora de la oración en esta casa era la ocasión
para hablar de cada uno y todos los asuntos que se relacionaran con el bienestar
de la familia.
1401§3
127:4.3
Jesús
tan sabiamente disciplinó a sus hermanos y hermanas desde su más temprana
edad que poco o ningún castigo fue menester jamás para asegurar su pronta
y total obediencia. La única excepción era Judá, a quien en diversas ocasiones
Jesús hubo de castigar por sus infracciones a las reglas del hogar. En las
tres ocasiones en las que se juzgó prudente castigar a Judá por confesas y
deliberadas violaciones de las reglas de conducta de la familia, su castigo
fue establecido por el decreto unánime de los hermanos mayores y sancionado
por Judá mismo antes de que le fuera infligido.
1401§4
127:4.4
Aunque
Jesús era altamente metódico y sistemático en todo lo que hacía, había a la
vez en sus decisiones administrativas una novedosa elasticidad de interpretación
y una individualidad de adaptación que imponían en todos los niños una gran
admiración por el espíritu de justicia con que actuaba su padre-hermano. No
disciplinó nunca arbitrariamente a sus hermanos y hermanas, y esa su constante
justicia y consideración personal hizo que Jesús fuese muy querido por toda
su familia.
1579§4
140:8.2
1.
Hacer la voluntad del Padre. Las enseñanzas de Jesús en cuanto a confiar en
el cuidado del Padre celestial no era un fatalismo ciego y pasivo. Esa tarde
citó con aprobación un viejo dicho hebreo: «El que no trabaja no come». Señaló
su propia experiencia como ilustración suficiente de sus enseñanzas. Sus preceptos
sobre la confianza en el Padre no deben juzgarse sobre la base de las condiciones
sociales o económicas de los tiempos modernos ni de ninguna otra época. Sus
enseñanzas abarcan los principios ideales del vivir cerca de Dios en todas
las épocas y en todos los mundos.
1589§4
141:3.3
Andrés
estaba muy atareado solucionando los malentendidos y desacuerdos que recurrían
constantemente entre los discípulos de Juan y los discípulos más nuevos de
Jesús. Surgían situaciones graves cada tantos días, pero Andrés, con la ayuda
de sus compañeros apostólicos, consiguió inducir a las partes en disputa a
que llegaran a algún tipo de acuerdo, por lo menos temporalmente. Jesús se
negaba a participar en estas conferencias; tampoco ofrecía consejo alguno
sobre la manera de arreglar estas dificultades. No ofreció sugerencias ni
una sola vez a los apóstoles sobre cómo solucionar estos problemas preocupantes.
Cuando Andrés se acercaba a Jesús con estos asuntos, siempre decía: «El
invitado
no ha de participar en las querellas de sus huéspedes; un padre sabio no toma
nunca partido en las disputas de sus hijos».
1607§5
143:1.3
Después
de escuchar Jesús objeciones similares al evangelio del reino presentadas
por Tomás, Nataniel, Simón el Zelote, y Mateo, les dijo a los doce:
1608§1
143:1.4
«He
venido a este mundo para hacer la voluntad de mi Padre y para revelar su carácter
amante a toda la humanidad. Esta es, hermanos míos, mi misión. Y ésta es la
única cosa que haré, aunque los judíos o gentiles de esta época o de otras
generaciones interpreten mal mis enseñanzas. Pero no debéis olvidar que aun
el amor divino conlleva una disciplina severa. El amor de un padre por su
hijo obliga muchas veces al padre a reprimir las acciones tontas de su hijo
imprudente. El hijo no siempre comprende los motivos sabios y amantes de la
disciplina restrictiva del padre. Pero yo os declaro que mi Padre en el Paraíso
gobierna un universo de universos por la irresistible fuerza de su amor. El
amor es la más grande de todas las realidades espirituales. La verdad es una
revelación liberadora, pero el amor es la relación suprema. Sean cuales fueren
los errores que puedan cometer vuestros semejantes en la organización del
mundo de hoy, el evangelio que os declaro gobernará este mismo mundo en una
era futura. El propósito final del progreso humano es el reconocimiento reverente
de la paternidad de Dios y la materialización amante de la hermandad del hombre».
1653§3
147:5.9
Pero
Jesús puso en guardia a sus apóstoles contra la tontería del hijo de Dios
que cree poder aprovecharse del amor del Padre. Declaró que el Padre celestial
no es un padre tontamente indulgente, condescendiente y débil siempre listo
a condonar el pecado y perdonar la imprudencia. Advirtió a sus oyentes que
no aplicaran erróneamente sus descripciones explicativas de la relación entre
el padre y el hijo; que no interpretaran a Dios como uno de esos padres excesivamente
condescendientes y poco sabios que conspiran con los tontos de la tierra para
ocultar la ruina moral de sus hijos imprudentes, y que de esta manera en forma
cierta y directa contribuyen a la delincuencia y a la desmoralización temprana
de sus propios vástagos. Dijo Jesús: «Mi
Padre no condona indulgentemente esos actos y prácticas de sus hijos que son
autodestructivos y suicidas para todo crecimiento moral y progreso espiritual.
Esas prácticas pecaminosas son una abominación ante los ojos de Dios».
2056§2
193:4.4
Judas
fue derrotado en sus batallas en la lucha terrenal debido a los siguientes
factores de tendencias personales y debilidades de carácter:
1.
Era un tipo de persona que tendía a aislarse. Era altamente individualista
y eligió crecer tornándose cada vez menos sociable y más encerrado en sí mismo.
2.
De niño, se le había hecho la vida demasiado fácil a el. Resentía amargamente
la derrota. Siempre esperaba ganar; no sabía perder con donaire.
3.
No adquirió nunca una técnica filosófica para enfrentarse con el desencanto.
En vez de aceptar las desilusiones como características comunes y regulares
de la existencia humana, infaliblemente recurrió a la práctica de culpar a
una persona en particular o al grupo de sus compañeros por todas sus dificultades
y desilusiones personales.
4.
Era rencoroso; constantemente alimentaba la idea de vengarse.
5.
No le gustaba enfrentarse francamente con los hechos; era deshonesto en su
actitud hacia las situaciones de la vida.
6.
Le disgustaba hablar de sus problemas personales con sus compañeros inmediatos;
se negaba a hablar de sus dificultades con sus verdaderos amigos y con los
que realmente lo amaban. Durante todos los años de su vinculación, no recurrió
ni una sola vez al Maestro con un problema puramente personal.
7.
No aprendió nunca que las verdaderas recompensas de una vida noble son, en
última instancia, los premios espirituales, que no siempre se distribuyen
durante la corta vida en la carne.