EL
MATRIMONIO Y LA VIDA FAMILIAR
4.
Los IDEALES DE LA VIDA FAMILIAR
Anotaciones bibliográficas de referencias selectas de El libro de Urantia
( Las
anotaciones fueron seleccionadas por Julia Fenderson)
Traducción elaborada por José manuel Rodríguez vargas,
Grupo CORDESAES
Bogotá de Colombia
enero 2001
Contenidos:
1. INTRODUCCIÓN
2. LA FAMILIA Y EL HOGAR
3. LA GUARDERÍA DEL PERIODO DE PRUEBA
4. Los IDEALES DE LA VIDA FAMILIAR
5. LA CAPACITACIÓN ADÁNICA DE Los SERES
ASCENDENTES
6. LA EVOLUCIÓN DEL MATRIMONIO
7. MATRIMONIO Y VIDA FAMILIAR
8. Los IDEALES DE LA VIDA FAMILIAR
9. Los PELIGROS DE LA AUTOGRATIFICACIÓN
10. Los ANGELES GUARDIANES
11. LA VIDA HOGAREÑA DE Los PRIMEROS AÑOS
12. EL AÑO DECIMOQUINTO
13. EL AÑO DECIMONOVENO
14. LA VIDA ADULTA DE JESÚS
4. Los IDEALES
DE LA VIDA FAMILIAR
939§4
84:7.1
El
apareamiento sexual es instintivo, los hijos son el resultado natural, y la
familia de este modo se produce automáticamente. Tal como son las familias
de una raza o de una nación, así será su sociedad. Si las familias son buenas,
la sociedad será igualmente buena. La gran estabilidad cultural de los pueblos
judío y chino yace en la fuerza de sus grupos familiares.
940§6
84:7.10
El
amor por la progenie es casi universal y de gran valor para la supervivencia.
Los antiguos siempre sacrificaban los intereses de la madre por el bienestar
del niño; una madre esquimal aún ahora lame a su niño en vez de lavarlo. Pero
las madres primitivas tan sólo alimentaban y cuidaban a sus hijos cuando éstos
eran muy pequeños; como los animales, dejaban de cuidarlos en cuanto crecían.
Las asociaciones humanas duraderas y continuas no han estado nunca cimentadas
tan sólo en el afecto biológico. Los animales aman a sus hijos; el hombre
-el hombre civilizado- ama a los hijos de sus hijos. Cuanto
más elevada sea la civilización, mayor será la felicidad de los padres por
el avance y éxito de sus hijos; así surge la comprensión nueva y más elevada
del orgullo por el nombre.
941§7
84:7.26
La
civilización considera que los padres se hacen cargo de todos los deberes
mientras que el hijo tiene todos los derechos. El respeto del hijo por sus
padres surge, no del conocimiento de la obligación implícita en la procreación,
sino naturalmente del resultado del cuidado, adiestramiento y afecto otorgados
con amor por los progenitores al ayudar al hijo a ganar la batalla de la vida.
El verdadero padre cumple un continuo servicio-ministerio que el hijo sabio
llega a reconocer y apreciar.
1365§3
123:6.8
En
febrero, Nacor, uno de los maestros de la academia rabínica de Jerusalén,
vino a Nazaret para observar a Jesús, habiendo cumplido una misión similar
en la casa de Zacarías cerca de Jerusalén. Vino a Nazaret por consejo del
padre de Juan. Aunque al principio le escandalizó un tanto la franqueza de
Jesús y su manera poco convencional de relacionarse con cosas religiosas,
atribuyó estas características a la lejanía de Galilea de los centros de enseñanza
y cultura hebreas, y aconsejó a José y María que le permitieran llevarse a
Jesús con él a Jerusalén, donde contaría con las ventajas de la educación
y de la enseñanza en el centro de la cultura judía. María estaba casi decidida
a dar el permiso; estaba
convencida de que su hijo mayor llegaría a ser el Mesías, el libertador de
los judíos; José dudaba; estaba igualmente persuadido de que Jesús crecería
a ser un hombre de destino, pero tenía mucha incertidumbre en cuanto a cuál
sería ese destino. Nunca dudó sin embargo de que su hijo cumpliría una gran
misión en la tierra. Cuanto más pensaba en el consejo de Nacor, más dudaba
de la sabiduría de la propuesta de permanecer en Jerusalén.
1575§2
140:5.17
2.
«Bienaventurados
los misericordiosos, porque ellos obtendrán misericordia». La
misericordia denota aquí la amplitud, anchura y profundidad de la amistad
más auténtica: la bondad del amor. La misericordia puede ser a veces pasiva,
pero aquí es activa y dinámica: la paternidad suprema. Un padre amante no
vacila en perdonar a su hijo, aun muchas veces. En un niño bien educado, el
impulso de aliviar el sufrimiento le es natural. En cuanto tienen edad suficiente
para apreciar las condiciones reales, los niños son normalmente benevolentes
y compasivos.
1589§4
141:3.3
Andrés
estaba muy atareado solucionando los malentendidos y desacuerdos que recurrían
constantemente entre los discípulos de Juan y los discípulos más nuevos de
Jesús. Surgían situaciones graves cada tantos días, pero Andrés, con la ayuda
de sus compañeros apostólicos, consiguió inducir a las partes en disputa a
que llegaran a algún tipo de acuerdo, por lo menos temporalmente. Jesús se
negaba a participar en estas conferencias; tampoco ofrecía consejo alguno
sobre la manera de arreglar estas dificultades. No ofreció sugerencias ni
una sola vez a los apóstoles sobre cómo solucionar estos problemas preocupantes.
Cuando Andrés se acercaba a Jesús con estos asuntos, siempre decía: «El
invitado
no ha de participar en las querellas de sus huéspedes; un padre sabio no toma
nunca partido en las disputas de sus hijos».
1675§5
149:6.4
«Los
hijos inteligentes no temen a su padre para poder recibir dádivas de sus manos;
pero habiendo ya recibido la abundancia de las buenas cosas donadas por los
dictados del afecto del padre hacia sus hijos y sus hijas, estos hijos muy
amados llegan a amar a su padre en reconocimiento sensible y apreciación de
tan magnífica beneficencia. La bondad de Dios conduce al arrepentimiento;
la beneficencia de Dios conduce al servicio; la misericordia de Dios conduce
a la salvación; mientras que el amor de Dios conduce a la adoración inteligente
y espontánea.
1839§4
167:5.7
Después
de hablar Jesús así sobre el matrimonio y el divorcio, más tarde, esa noche,
sus apóstoles le hicieron privadamente muchas preguntas adicionales, y las
respuestas a estas preguntas liberaron la mente de ellos de muchas interpretaciones
incorrectas. Al final de esta conferencia, Jesús dijo: «El
matrimonio es loable y todos los hombres lo deberían desear. El hecho de que
el Hijo del Hombre cumpla solo su misión terrenal, no debe de ninguna manera
reflejarse en forma negativa sobre la deseabilidad del matrimonio. Es voluntad
del Padre que yo trabaje de esta manera, pero el mismo Padre ha
ordenado la creación del hombre y de la mujer, y es voluntad divina que los
hombres y las mujeres encuentren su servicio más elevado y regocijo consiguiente
en el establecimiento del hogar para recibir y criar a los hijos, en cuya
creación estos padres se vinculan con los Hacedores del cielo y de la tierra.
Por esta causa el hombre dejará a padre y madre para unirse con su esposa,
y los dos llegarán a ser uno solo».
1898§2
174:1.2
Después
de un corto silencio Jesús miró significativamente a los cuatro y contestó:
«Hermanos
míos, erráis en vuestras opiniones porque no comprendéis la naturaleza de
esas relaciones íntimas y amantes entre la criatura y el Creador, entre el
hombre y Dios. Falláis en captar esa compasión comprensiva que el padre sabio
tiene para con su hijo inmaduro que, a veces, yerra. Es en verdad discutible
si los padres inteligentes y afectuosos jamás se vean en una situación de
perdonar a un hijo normal y corriente. Las relaciones comprensivas, vinculadas
con actitudes amantes, efectivamente previenen todas esas alienaciones que
más tarde necesitan una readaptación mediante el arrepentimiento por parte
del hijo y el perdón por parte del padre.
1898§3
174:1.3
«Una
parte de todo padre vive en el hijo. El padre disfruta de prioridad y superioridad
de comprensión en todos los asuntos relacionados con la relación hijo-padre.
El padre es capaz de ver la inmadurez del hijo a la luz de la madurez paterna
más avanzada, la experiencia más madura del miembro mayor. En el caso del
hijo terrenal y el Padre celestial, el padre divino posee infinitud y divinidad
de comprensión, y capacidad para una compasión amante. El perdón divino es
inevitable; es inherente e inalienable a la infinita comprensión de Dios,
en su conocimiento perfecto de todo lo que se relaciona con el juicio erróneo
y la elección equivocada del hijo. La justicia divina es tan eternamente ecuánime
que infaliblemente comprende una compasión misericordiosa.
1898§4
174:1.4
«Cuando
un hombre sabio comprende los impulsos interiores de sus semejantes, los amará.
Y cuando amáis a vuestro hermano, ya le habéis perdonado. Esta capacidad de
comprender la naturaleza humana y olvidar sus errores aparentes es deiforme.
Si sois padres sabios, de esta manera amaréis y comprenderéis a vuestros hijos,
aun les perdonaréis cuando una falta de comprensión pasajera os pueda aparentemente
haber separado. El hijo, siendo inmaduro y faltándole la comprensión más plena
de la profundidad de la relación hijo-padre, debe frecuentemente experimentar
una sensación de separación culpable de la aprobación plena del padre, pero
el verdadero padre no tiene nunca conciencia de una separación
semejante. El pecado es una experiencia de la conciencia de la criatura; no
es parte de la conciencia de Dios.
1898§5
174:1.5
«Vuestra
incapacidad o falta de deseo de perdonar a vuestros semejantes es la medida
de vuestra inmadurez, de vuestra incapacidad para alcanzar una compasión adulta,
comprensión y amor. Sois rencorosos y vengativos en proporción directa a vuestra
ignorancia de la naturaleza interior y de los deseos verdaderos de vuestros
hijos y de vuestros semejantes. El amor es la manifestación exterior del impulso
divino e interior de la vida. Está fundado en la comprensión, alimentado por
el servicio altruista, y perfeccionado en la sabiduría».
2089§1
196:0.11
En
la vida terrenal de Jesús la religión fue una experiencia viva, un pasaje
directo y personal de la reverencia espiritual a la rectitud práctica. La
fe de Jesús rindió los frutos trascendentales del espíritu divino. Su fe no
era inmadura y crédula como la de un niño, pero de muchas maneras se asemejaba
a la confianza sin sospechas de la mente de un niño; Jesús confiaba en Dios
como un niño confía en su padre. Tenía una confianza profunda en el universo:
como confía el niño en el medio ambiente de sus padres. La fe incondicionada
de Jesús en la bondad fundamental del universo mucho se asemejaba a la confianza
del niño en la seguridad de su medio ambiente terrenal. El dependía del Padre
celestial,
como un niño depende de su padre en la tierra, y su fe ferviente no puso nunca
en duda, ni por un momento, la certeza de los grandes cuidados del Padre celestial.
No lo perturbaron seriamente ni los temores, ni las dudas, ni los escepticismos.
El descreimiento no inhibió la expresión libre y original de su vida. Combinó
el coraje fuerte e inteligente de un hombre adulto con el optimismo sincero
y confiado de un niño creyente. Su fe llegó a tales niveles de confianza que
encontraba totalmente libre de temores.