Larry Mullins tenía razones más que justificadas para escribir
su libro Historia de los escritos de Urantia. Existía una necesidad
imperiosa, por un lado, de reordenar los acontecimientos y circunstancias
que llevaron a la aparición de estos escritos dentro de un marco de
objetividad histórica y, por otro, de abordar las anomalías existentes
en la interpretación oficialista respecto a sus orígenes.
Todo el mundo sabe que una historia es el relato de acontecimientos
que se suceden unos a otros en el tiempo, y los cronistas urantianos
han narrado la historia de los escritos sin mayor desacuerdo. Pero una
historia es mucho más que un simple catálogo de acontecimientos dispuesto
en un cierto orden. Los acontecimientos mismos deben estar conectados
crono-lógicamente, y es en este sentido donde surgen las divergencias
entre esos cronistas. No resulta fácil dar el paso desde la localización
de los textos hasta su interpretación.
Además, narrar una historia con objetividad conlleva seguir
una serie de pasos. En primer lugar, el historiador necesita encontrar
datos en los que basarse -que no tienen por que reducirse a textos escritos-.
Obviamente, hay algunos más valiosos que otros; es decir, hay fuentes
primarias y secundarias. Saber confirmar esos datos es también una parte
importante de la investigación histórica. Mullins ha llevado a cabo
esta fase empírica al haber encontrado y validado testimonios textuales,
y al haber excluido fuentes secundarias inconsistentes. Pero, al hacer
esto, descubrió otros textos e interpretaciones tendenciosos y sesgados.
Basándose en esos testimonios textuales, el autor pasa a la
segunda etapa de la investigación histórica, a la de la interpretación
de los datos, logrando así establecer conexiones más lógicas y significativas
entre los acontecimientos que llevaron a la aparición de los escritos.
Como cualquier otra narración, la que Mullins nos presenta está abierta
al análisis y a la discusión; si bien, las conexiones que realiza a
la luz de pruebas documentales tienen sentido y resultan lo suficientemente
convincentes como para que la comunidad urantiana pueda aceptarlas,
sin muchas reticencias, como válidas.
Hay muchos urantianos, a ambos lados del Atlántico, que han
sufrido las consecuencias de una interpretación oficialista y sesgada
de los acontecimientos que llevaron a la autoría, materialización, y
diseminación de los escritos, y que la encuentran inaceptable. Se trata
de una interpretación indocumentada y poco solvente que ha llevado a
engaño a muchos miembros hispanohablantes de la comunidad urantiana.
Esto significa que la difusión en distintos idiomas de este libro no
será del agrado "institucional", pero no hay dudas de que por su exposición
lógica, por su versión plausible, bien razonada y convincente de los
hechos, habrá muchos lectores que abrirán sus ojos a la realidad.
Ángel F. Sánchez-Escobar